"Puesto vacante", por Juan Paredes Castro
"Puesto vacante", por Juan Paredes Castro
Redacción EC

JUAN PAREDES CASTRO ()
Editor central de Política

asumió hace cuatro meses la , bajo la premisa de que dejado por su predecesor, .

le otorgaban las credenciales básicas para tomar el timón de un gabinete urgido de una recomposición urgente y de un rumbo político claro.

Villanueva dijo entonces, en alusión al papel protagónico gubernamental de la primera dama, , que sus actos como primer ministro que no fuera el presidente .

Descartó de plano que la esposa del mandatario pudiera ejercer algún tipo de poder sobre él, como sí solía hacerlo con algunos ministros y ministras, familiarizados con la singularísima luz verde.

Con esas cartas sobre la mesa, nada parecía advertir que este fogueado administrador provinciano, recio también en los avatares de la política, pudiera repetir la historia de Juan Jiménez: la de contribuir a hacer de la PCM una bien disimulada decoración del poder presidencial

Sin embargo, pronto Villanueva pasó a experimentar una vida de primer ministro disminuida, si bien no sometido a luz verde alguna, pero sí a una luz ámbar igualmente perniciosa (inmovilizado en sus iniciativas y replegado en su voz y en su presencia públicas) para terminar el jueves pasado en , bajo la forma de una desautorización pública a sus declaraciones, como no la había conocido jamás.

Era la voz cantante y sonante de la señora Heredia, desmintiendo al primer ministro en el tema del salario mínimo. Que todos los peruanos supieran que no había nada en revisión ni discusión. Era la opinión de quien no debiera tener ninguna en asuntos de gobierno y Estado. Era la última palabra, a la que nada ni nadie podía poner en cuestión, en lo que constituía una vergüenza para el estado de derecho del país.

Convergen aquí tres actitudes anómalas muy graves: la de un primer ministro imposibilitado de desempeñar sus funciones a plenitud; la de una primera dama que las asume como suyas sin mandato de por medio ni responsabilidad posterior. Y la de un presidente que avala en la práctica la virtual desaparición del segundo de abordo en el gobierno.

Un puesto constitucional como el del primer ministro no se torna necesariamente vacante por la renuncia de quien lo ocupa ni porque así lo consienta una omisión presidencial. Vaca sencillamente por la inacción de quien juró desempeñarlo pero ve arrebatadas de facto sus atribuciones. Siempre dentro de la apariencia de que la señora Heredia es la presidenta del Partido Nacionalista y por consiguiente la llamada a cortar el jamón en Palacio de Gobierno.

Hechas las sumas y las restas, como suele decir Mario Vargas Llosa, respecto de Humala, el puesto de primer ministro se ha minimizado al punto de la vacancia, por una casi diabólica extinción.