Bruce, Gisela y el clóset, por Enrique Pasquel
Bruce, Gisela y el clóset, por Enrique Pasquel
Enrique Pasquel

Antes que nada, felicitaciones a . Hay que ser bien macho para declararse gay en un país como este, más aun si se es una persona pública. Este acto, además, ha sido un paso muy importante contra nuestra sociedad homofóbica.

Ahora, diese la impresión de que para muchos Bruce no ha hecho nada extraordinario, pues existiría algo así como una obligación moral de salir del clóset. Es, por ejemplo, lo que pretendía cuando conminó a Bruce a revelar si era homosexual. Es, también, lo que muchos entendimos que quiso decir cuando respondió así a la pregunta que le hizo Bruce sobre si estaba a favor de la : “Si nos hablan de la verdad, tienen que hablarnos con toda la verdad”. Es, en fin, lo que tantos han repetido últimamente a raíz del destape del congresista.

Parece que muchas personas no entienden que todo el mundo tiene derecho a guardar en su clóset lo que le dé la gana de su vida privada: su tendencia sexual, sus preferencias políticas, su opción religiosa, su pasado o lo que sea. Todos tenemos derecho a proteger cualquier detalle de nuestra historia porque puede tratarse del aspecto más sensible de nuestra vida, aquel cuyo manoseo puede dolernos en lo más profundo. Cuando alguien mete sus narices en el clóset ajeno –independientemente de lo que en él se guarde–, se apropia a la fuerza de lo que no es suyo, comete un acto equivalente a un robo. No es casual que sea un delito interferir en las comunicaciones y que estas solo puedan ser intervenidas por orden de un juez cuando, por ejemplo, se presume que el individuo en cuestión está cometiendo un crimen.

En estos días, sin embargo, algunas personas han dicho que el clóset debe abrirse en casos como el de Bruce (el de un político gay que plantea una ley que beneficiaría a los homosexuales) para saber si tiene “conflicto de interés”. De hecho, tanto Martha Chávez como han denunciado dicho supuesto conflicto porque, en palabras de ellos, Bruce se beneficiaría con su proyecto de unión civil.

¿Acaso Martha Chávez se abstiene de las votaciones que involucran leyes que regulan los derechos de la mujer? ¿Es que al pastor Rosas se le prohíbe votar cuando se trata de leyes que versan sobre iglesias evangélicas? ¿Un congresista negro no puede proponer una ley contra la discriminación racial, o un legislador parapléjico, una norma sobre protección a personas con discapacidad? Es tan absurdo como plantear que un congresista por Cusco no puede presentar una ley para fomentar el turismo a Machu Picchu. 

La norma que prohíbe los conflictos de interés busca evitar que un legislador use una ley para favorecer su interés privado (por ejemplo, enriqueciéndose o librándose de una investigación). Pero no le prohíbe participar de un proceso legislativo que favorece el interés público de un grupo al cual él pertenece. De hecho, los congresistas están donde están para representar los intereses de sus votantes, a menudo una minoría de la que ellos también forman parte. Por eso, es irrelevante cuál es la orientación sexual de Carlos Bruce.

En todo caso, a los congresistas que opinan lo contrario y no creen en la privacidad les pido que piensen cómo se sentirían si se les exige que muestren pruebas públicas y fehacientes de que son bien ‘machitos’ o ‘mujercitas’ antes de entrar al pleno en el que se debatirá la ley de unión civil.