José Carlos Requena

Luego de una semana bastante trajinada (cambio de presidente del Consejo de Ministros, aprobación de la bicameralidad, inhabilitación parcial en la JNJ), la ha vuelto a la modorra en la que se conduce, inexorablemente, hacia el 2026. Ello contrasta con la acumulación de pasivos de gestión, sobre todo en materia de seguridad, pero tales pendientes parecen importar poco al liderazgo político vigente.

Hay, sin embargo, algunos movimientos que no deben perderse de vista –menores en el y algo más marcados en el –. En balance, en cualquier caso –y como se anticipó en este espacio hace una semana–, poco se ha movido.

En el Ejecutivo, en efecto, hay pocos cambios significativos en materia política, aunque algunos nombramientos sectoriales (por ejemplo, hay una nueva cabeza en el OEFA, pues Juan Edgardo Narciso Chávez es el nuevo presidente) son de particular relevancia. Es poco probable, de cualquier manera, que el recién estrenado presidente del Consejo de Ministros, , realice cambios mayores en el Gabinete que lidera antes de su investidura. La anunciada –y seguramente anodina– ronda de reuniones con los liderazgos parlamentarios y partidarios podría ser el espacio para escuchar pedidos, pero deberían quedar en ello, al menos en el corto plazo.

En la semana que ha mediado entre la juramentación de Adrianzén y hoy, no se ha logrado identificar el eje que le dará el jefe del Gabinete a su gestión, lo que alimenta la expectativa de estar ante una prolongación. Quizás el único ruido ha sido la activación de una resistencia a proyectos mineros largamente postergados, que difícilmente un gobierno preñado de precariedades podrá sacar adelante.

Ha habido, eso sí, un ánimo por marcar la cancha: el esfuerzo por negar las influencias familiares en la toma de decisiones del Ejecutivo. La noche del domingo, Adrianzén le dijo a Christian Hudtwalcker: “El señor [Nicanor] Boluarte no forma parte del Ejecutivo, no podría formar parte del Ejecutivo. Yo no tengo el gusto de conocerlo. Jamás lo he visto, nunca he hablado con él, pero mal haría en inmiscuirse en cuestiones que no le competen. Insisto, yo no tengo noticia de que él haya participado en ninguna decisión del Gobierno” (“Sin medias tintas”, 10/3/2024).

Seguramente lo conocerá pronto, si –como su antecesor– reitera la costumbre de tomarse un café de cuando en cuando, como lo reveló la propia presidenta Dina Boluarte. Hay algo innegable: la percepción de la influencia del hermano de la jefa del Estado en el Ejecutivo está muy asentada como para ignorarla.

En el Congreso, en cambio, hay algunas deserciones e incorporaciones en las últimas semanas. Lo más reciente ha sido la renuncia de Wilson Quispe (Puno) a la bancada de Perú Libre, lo que deja al grupo parlamentario con 11 escaños. Hasta la fecha, han sido 26 los congresistas que dejaron esta bancada.

Hoy en día, el conglomerado de “no agrupados” alberga a 20 congresistas, mientras las bancadas ya llegan a 11. Ambas cifras son inéditas desde que se lleva una contabilidad más meticulosa de los movimientos en el Parlamento.

Estos cambios seguramente se agudizarán conforme la renovación de la Mesa Directiva de julio se acerque, aunque el soporte que el Parlamento brinda al Ejecutivo muy probablemente se mantenga. Podrían surgir nuevas bancadas o verse reclutamientos sorpresivos; sin embargo, el balance persistirá. A fin de cuentas, el pacto tácito que podría resumirse en la frase “Nos quedamos todos” no ha cambiado.

Lo que falta ver es si Adrianzén tendrá la llegada que su predecesor ostentaba con el tándem que lidera el Parlamento. Pero, como se ha dicho, hay en los actores políticos pocos estímulos para mover las cosas.

José Carlos Requena es analista político y socio de la consultora Público