La morosidad de los clientes no minoristas de Abrobanco asciende a 40%, apuntó Montero. (Foto: El Comercio)
La morosidad de los clientes no minoristas de Abrobanco asciende a 40%, apuntó Montero. (Foto: El Comercio)
Franco Giuffra

Exactamente tres meses después de que el encargado de la Gerencia General de Agrobanco difundiera una nota de prensa indicando que la entidad “mantenía su fortaleza financiera para seguir aportando al desarrollo del país”, la nueva presidenta del directorio anunció esta semana que ya no tienen plata para prestar. 

Una música idéntica a la que sonó en julio del año pasado, cuando en otro comunicado el banco anunciaba un promisorio crecimiento de sus colocaciones y que “los créditos para pequeños y medianos productores estaban garantizados”, gracias al nuevo modelo de negocio que había adoptado. 

Tiene que ser un modelo en verdad muy novedoso, porque le ha permitido a Agrobanco perder S/339 millones el año pasado, encima de los S/94 millones que echó por la borda en el 2016.  

De esto, ¿no hay campaña en las redes sociales?, ¿una marcha por la dignidad nacional? Desde su creación en el 2002, Agrobanco ha perdido cerca de S/350 millones y está hoy técnicamente quebrado. Su liquidación, que es lo que correspondería en nombre de la sensatez, podría acarrear una pérdida adicional de S/1.000 millones. Sumando todo, más o menos el 30% de lo que la procuradoría calcula ha sido el monto del daño que las fechorías de Odebrecht le ha causado al país.

Para evitar su cierre, si triunfa la sinrazón, se habla de una inyección de S/450 millones de nuevo capital, una nueva estrategia, la transformación digital de procesos, consultorías internacionales, masificación del seguro agrícola, y otras presentaciones y variantes del conocido cebo de culebra.

Dudo mucho que la ministra de Economía firme ese nuevo cheque y espero que estos anuncios de resurrección sean solo fuego de artificio para hacer creer a los deudores del banco (50% de la cartera morosa está en manos de grandes empresas que nunca debieron ser sus clientes) que les van a cobrar.

Si esa maniobra fracasa, las deudas se perderán en el espacio exterior, a bordo de uno de esos cohetes de Elon Musk, para sumarse a la vasta constelación de créditos incobrables que la banca de fomento ha dispersado en la Vía Láctea desde que Leguía fundó el Banco de Crédito Agrícola en 1928.

La suerte de Agrobanco estaba escrita en su partida de nacimiento y no constituye novedad. Lo que impresiona, en primer término, es la persistencia de la fórmula utilizada para mandar al desagüe el dinero de todos los peruanos. Un esquema que seduce a los funcionarios públicos y políticos de todo color.

Para la izquierda, inmune a las comprobaciones reales, es una materia de naturaleza dogmática. Pero incluso los partidos supuestamente más favorables a la economía de mercado quedan fascinados por sus atractivos. Recuérdese que el plan de gobierno de PPK prometía un aporte de S/300 millones del fisco a Agrobanco, algo que cumplió con irresponsable puntualidad.

Lo que llama la atención de manera superlativa es la indolencia del ciudadano en general, de los ‘influencers’ y los llamados líderes de opinión. Plata de todos, plata de nadie, se dirá. Las coimas suscitan una indignación masiva, y con razón. Pero si Estado malgasta S/500 o S/1.000 millones de nuestros impuestos, nadie reclama.

Las causas de la libertad y de la verdadera economía de mercado tienen mucho que ganar si se logra explicar a la gente que la plata que dilapida el Estado sale de su bolsillo. Para una porción de peruanos, el 30% de lo que ganaron ellos o sus empresas durante los últimos 15 años se los fumó Agrobanco. Esa es la conexión que hay que hacer.