¿Qué tan verdes son los rojos?, por Enrique Pasquel
¿Qué tan verdes son los rojos?, por Enrique Pasquel
Enrique Pasquel

Hace unos días conversaba con Miguel Palomino sobre las objeciones que la izquierda local le ha puesto al modelo de economía abierta y cómo estas han sido desmentidas. 

Lo primero que se le escuchó decir fue que el mercado no traería crecimiento. Por supuesto, que en las últimas dos décadas el haya pasado de US$1.500 a US$6.700, aproximadamente, o que entre el 2001 y el 2010 el Perú haya sido la quinta economía del mundo con mayor crecimiento acumulado de su PBI, ha dejado mudos a muchos de quienes añoran las políticas setenteras.

Luego, la empezó a decir que este modelo solo traería beneficios a los ricos. Los hechos, sin embargo, nuevamente le demostraron lo contrario. A comienzos de los noventa, después de más de dos décadas de sufrir del estatismo, el 60% de peruanos vivía bajo la línea de pobreza. Para el año pasado, sin embargo, esa cifra se había reducido al

Los izquierdistas que resultaron impermeables a este baño de realidad resucitaron una vieja causa: la igualdad. Se trataba, decían, de un modelo que hacía que la distancia que separaba a ricos de pobres se hiciera cada vez mayor. Y siendo fiel a su costumbre, la izquierda volvió a fallar en sus predicciones. Entre el 2005 y el 2010, la desigualdad cayó en el Perú, reduciéndose el de 0,51 a 0,48.

Ahora que ya, prácticamente, la izquierda no tiene ninguna crítica económica válida que hacer al modelo, ha optado por un camino distinto: anunciar que el sistema capitalista es malo porque destruye el medio ambiente y, en esa medida, es insostenible. No es coincidencia que, por ejemplo, la mayoría de rojos de antaño sean ahora miembros del movimiento antiminero peruano. Pero la realidad sigue siendo cruel con esta ideología, pues lo cierto es que los países verdes resultan siendo los menos rojos. 

Las universidades de Yale y Columbia acaban de sacar el del 2014, que mide en 178 naciones qué tanto se protege la salud humana de riesgos ambientales, cuánto se cuida el ecosistema y qué tan bien se manejan los recursos naturales.

El país que encabeza el ránking (el campeón de los verdes) es una de las cunas del capitalismo mundial: Suiza. Singapur, la segunda economía más libre del mundo según la fundación Heritage, ocupa también el segundo lugar en desempeño ambiental. La industrializada Alemania ocupa el puesto 6. A países de intensa industria extractivista también les va muy bien: Australia ocupa el tercer puesto, Noruega el 10º y Nueva Zelanda el 16º. En general, uno no encuentra en los 30 primeros lugares ningún país sin economía abierta. Y, en cambio, las últimas posiciones están llenas de países africanos o del Medio Oriente, donde existe muy poco mercado libre.

La explicación es sencilla. No es necesario tener una economía abierta para depredar y contaminar la naturaleza. Pero es difícil crear conciencia ecológica en países donde aún no se satisfacen necesidades más básicas. Y es complicado poner en práctica cualquier regulación ambiental en un lugar sin recursos y sin gente educada para ello.

Por eso, la próxima vez que escuche a un rojo profetizar que una economía libre es la receta del colapso ecológico, no deje que lo confundan. Vea la evidencia y recuerde que, como futuróloga, la izquierda nunca se ha hecho una.