"No aprovechó el momentáneo idilio para emprender una reforma sustantiva, sino que se extravió en torpes gestos para la platea, con un sentido de humor (“inglés”) fallido". (Foto: El Comercio)
"No aprovechó el momentáneo idilio para emprender una reforma sustantiva, sino que se extravió en torpes gestos para la platea, con un sentido de humor (“inglés”) fallido". (Foto: El Comercio)
Carlos Meléndez

¿Recuerdan cuando aplaudieron la sesión de gimnasia del presidente y sus ministros aeróbicos? ¿Se les viene a la memoria el discurso presidencial inaugural calificado como “progresista”, “reformista” y hasta “revolucionario”? ¿Ya se olvidaron del “ponte el alma, PPK”? El presidente Kuczynski, a más de un año de su elección, ha ido desbaratando los conatos de optimismo que despertó en un sector de la opinión pública (básicamente antifujimorista). En un primer balance de su gestión, el saldo es negativo. ¿Quién se queda dormido en dos “lunas de miel” que le ofrece la ciudadanía? ¿Quién manosea innecesariamente el indulto a Fujimori teniendo al frente al fujimorismo (y a sus antis) en trompo? ¿Quién se encierra tercamente en un entorno social y político tan elitista? Empiezo a sospechar de la existencia de una fascinación presidencial por equivocarse.

El presidente Kuczynski comenzó su gobierno con un nivel de aprobación mayor a los iniciales de Toledo y Humala. No aprovechó el momentáneo idilio para emprender una reforma sustantiva, sino que se extravió en torpes gestos para la platea, con un sentido de humor (“inglés”) fallido. Cuando parecía ahogarse, le llovieron salvavidas. No se requiere ser “político” para sintonizar con el sentido común popular. La imagen de un tecnócrata sanisidrino embarrado en el lodo piurano “democratiza” hacia abajo. (La de un presidente poniendo el hombro al lado de los bomberos en Las Malvinas, también). Pero el gesto huérfano de iniciativa fracasa. ¿Qué de nuevo ofrece PPK a las clases populares? ¿Al emprendedor informalizado? ¿Qué gran proyecto ilusiona a las regiones? Este gobierno no entusiasma, salvo a quienes viven de él.

El presidente Kuczynski no se da cuenta de que en tiempos de Internet todo se sabe. Parece que cada vez que declara a un medio extranjero creyese que no lo van a leer en el Perú. Recopilo el inventario: “jalarse algunos congresistas fujimoristas” (“El País”), “si el Congreso dominado por los partidarios de Fujimori decide que este tipo de condenado deba cumplir la sentencia en casa, yo firmaré esa ley” (“Veja”), “el tiempo de perdonar a Fujimori se acerca” (“The Economist”). No ha sido el fujimorismo quien ha puesto en la mesa el tema del indulto a su líder histórico, sino el propio presidente. Sin una estrategia al respecto, él mismo atiza la polarización. Tanto el indulto como el no indulto requieren una coalición política. La duda mata.

El presidente Kuczynski no es consciente de la extrema debilidad de su gabinete, de la desconexión con su bancada, de que perdió aplastantemente las elecciones (parlamentarias). Vive amurallado social y políticamente. Se ha ganado a pulso la imagen de un gobierno lobbista. ¿En cuántas sobremesas privadas de los amigos y familiares del Ejecutivo se habrá hablado sobre Chinchero con involucrados directos? Sin ir muy lejos, PPK puede encontrar los puentes políticos que requiere. Partidos sin horizonte electoral –como el Apra y el PPC– cuentan con una capacidad instalada de políticos profesionales desempleados ávidos de volver a la cancha. (Ya dijo Mulder que el Apra podría integrar un gabinete pepekausa). Pero el presidente prefiere hacer “dobletear” a Zavala. Insiste en su amor por los yerros.

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