Doménico Fonseca

Hasta la fecha, el dilema del sistema bicameral no tiene una respuesta. A pesar de estar presente en nuestras diversas discusiones políticas, los peruanos no nos ponemos de acuerdo. Considero que los argumentos –a favor y en contra– ya han sido extensa y detalladamente explicados. No obstante, con el objetivo de nutrir el debate, creo sumamente importante señalar los incentivos que la podría traer.

Por un lado, los congresistas tendrían una mayor motivación para que sus votos sean coherentes con sus propuestas. De lo contrario, los votantes serían testigos de sus falsos discursos y no votarían por ellos en una futura elección para el Senado.

Asimismo, el hecho de que sus decisiones sean posteriormente supervisadas por la segunda Cámara los incentivaría a que estén sólidamente planificadas. Las denominadas “vacancias express”, sin sustento alguno y que terminan siendo una pérdida de tiempo, o la aprobación de leyes sin un detenido análisis técnico previo, podrían llegar a su fin.

Los incentivos en los actuales congresistas partirían del hecho de que podrían postular para senadores. En esa línea, partimos del supuesto de que el votante se informará para elegir. Quizá suene inimaginable, pero creo que existirían estímulos para que se cumpla esta hipótesis.

En primer lugar, en vista de que habría menos postulantes en las elecciones para el Senado, los votantes podrían informarse fácilmente. No ocurriría lo que suele pasar con la elección presidencial, en la que tenemos un menú de aproximadamente 22 candidatos. Ni el más fanático de la selección peruana conoce absolutamente todos los datos de los habituales 22 convocados para las Eliminatorias; dudo mucho que esa misma curiosidad se presente en la política. Pero, al tener menos postulantes, más sencilla será su indagación.

En segundo lugar, nacería un sentimiento de responsabilidad entre los votantes. Ellos, desde el inicio de la legislatura de la primera Cámara hasta la elección de la segunda, evidenciarían las acciones de los congresistas. Al notar sus distintas deficiencias, surgiría este sentimiento que los incentivaría a votar mejor en la próxima elección. Entonces, el producto de dicho sentir y la posibilidad de investigar menos llevarían a los votantes a actuar razonablemente.

La bicameralidad no será la gloriosa solución, pero sí traería incentivos que ayudarían a mejorar el sistema actual.

*El Comercio abre sus páginas al intercambio de ideas y reflexiones. En este marco plural, el Diario no necesariamente coincide con las opiniones de los articulistas que las firman, aunque siempre las respeta.

Doménico Fonseca es estudiante de Derecho de la Universidad de Lima