"Rápidos y furiosos 8": esta es nuestra crítica del filme
"Rápidos y furiosos 8": esta es nuestra crítica del filme
Sebastián Pimentel

¿A qué se debe el éxito de “Rápidos y furiosos”? En un inicio, es notorio que los productores y el director de la primera cinta (2001), Rob Cohen, decidieron retomar la mitología de las carreras ilegales —que empezó, en el cine, Nicholas Ray, con una famosa secuencia de “Rebelde sin causa” (1955)—. La película de Cohen, más bien mediocre, ganaba simpatías con su historia de los fuera de la ley de buen corazón. A eso se sumaba mucho color, chicas con poca ropa, y, por supuesto, autos deportivos. La química entre Vin Diesel y Paul Walker redondeó la fórmula.

► 

Sin embargo, no todo es tan simple. Detrás del fenómeno de “Rápidos y Furiosos” está el acierto de complejizar el guion, llevar nuevas estrellas a escena —como Dwayne Johnson, “La Roca”—, y conseguir prodigios de acción imposibles, que harían ruborizar a virtuosos de las máquinas a velocidad como Buster Keaton o Tony Scott. La franquicia ha ido de menos a más. De la amistad de un policía infiltrado (Walker) y de un forajido impenetrable (Diesel), se ha creado una familia que —con algo del espíritu de las cofradías de superhéroes de hoy en día— actúan como aliados secretos de las fuerzas del orden.

En esta oportunidad, Dominic Toretto (Diesel), ya sin la compañía de Brian O’Conner —debido al trágico fallecimiento de Walker—, se ve seducido por Cipher (Charlize Theron), temible terrorista que pretende hacerse de armas nucleares rusas para poner en jaque al orden mundial. El punto crucial es, esta vez, la conversión de Toretto en aliado de la villana, lo que desconcierta a su fraternidad de aventureros —que incluye a su novia, interpretada por Michelle Rodriguez, y al chistoso del grupo, encarnado por Tyrese Gibson—.

Luego de un magnífico prólogo, filmado en La Habana —con una surrealista competencia de autos de por medio—, se presenta un guion con varias roturas, algo difícil de seguir, pero con el suficiente oficio como para crear misterio alrededor de la suerte de Toretto. La presencia de Theron, efectiva y fascinante en su mezcla de sensualidad, malicia e inteligencia, no deja de aportar algo de oscuridad a una cinta que tiene el riesgo permanente de banalizarse demasiado en su juego autorreferencial.

Pero “Rápidos y furiosos 8”, con su tono exento de pretenciosidad, y bien repartido entre el divertimento irónico y la acción vertiginosa, logra articular el drama de la banda, y sale a flote con no pocos momentos inspirados. El director, Gary Gray —con demostrado talento por “El negociador” (1998)—, pone un mínimo de tensión psicológica en medio de una delirante distorsión de las leyes de la física, el punto fuerte de la saga.

Además de la correría entablada entre un gigantesco submarino rompehielos y la banda motorizada de Toretto, están bien puestas las cartas de la ambigüedad. A Letty Ortiz (Rodriguez), le lavan el cerebro en los capítulos anteriores, al punto de creer que sus amigos son sus enemigos. Esta vez es el turno de Toretto, cuya alma secuestra la mefistofélica Cipher, y es perseguido por un sistema de control —llamado “El ojo de Dios”— computarizado, capaz de apoderarse de todas las cámaras que circulan en el mundo. Un mundo de control y descontrol permanente, que provoca la difuminación de las imágenes, y, a veces, de los márgenes de realidad. Y que también sirve para llevar a buen puerto una propuesta que se emparenta cada vez más a las sagas de intriga internacional al estilo de James Bond, Jason Bourne, o “Misión Imposible”.

FICHA TÉCNICA

Título original: Fate of the Furious

Género: Acción, thriller.

País: EE.UU., 2017

Director: F. Gary Gray

Actores: Vin Diesel, Chalize Theron, Dwayne Johnson, Michelle Rodriguez.

Calificación: Tres estrellas (3)

Contenido sugerido

Contenido GEC