martin vizcarra
martin vizcarra

Nuevamente el presidente le dice al Congreso que si lo buscan, lo encuentran. Le dieron la excusa perfecta. Fue un desplante que la Comisión de Constitución archivara el proyecto de inmunidad parlamentaria presentado por el Ejecutivo. Pero, además, fue torpe. El Congreso pisó el único palito de todo el paquete de reforma política con el que Vizcarra podía entusiasmar a la galería.

Así, volveremos a escuchar en estos días la posibilidad de una cuestión de confianza, el cierre del Congreso, la vacancia presidencial o el riesgo autoritario del populista Vizcarra. remece las bases del pensamiento político llamando a la defensa de principios republicanos. La crispación nos llevará a un inevitable choque de trenes.



Veo la película con mucha menos emoción. Por supuesto, el riesgo de un conflicto que escale siempre está presente en un sistema político cargado de desconfianza. Sin embargo, me inclino más por un escenario donde caigamos en una pelea improductiva pero de baja intensidad, que termine destrabando ciertos temas de la reforma pero no el conjunto de la misma. Mi impresión es que estos luchadores llegan cansados, muy improvisados para entusiasmar al público o para saber por qué pelean.

Por un lado, el presidente ya usó el truco y ha perdido novedad. Se ve difícil utilizar la cuestión de confianza para aprobar proyectos que, por su naturaleza, deben debatirse. Pero además es un Ejecutivo que no ha sabido abrazar la reforma política ni defenderla desde una visión del país. Ya vimos después del referéndum esta debilidad de ideas, ¿por qué apostar por lo mismo?

Dados estos antecedentes, esta vez seguro llegarán críticas de quienes la vez anterior apoyaron al presidente. Son signos contradictorios para su barra institucionalista. Bien ver una defensa firme de la reforma política, pero difícil acompañarla con lo que ya conocemos. Entonces, por el lado del gobierno seguro habrá apoyo ciudadano, pero dudo que masivo o entusiasta.

Por el lado del Congreso también me inclino a pensar que no están los tiempos para batallas épicas. Por supuesto, si el Congreso decide seguir a la dupla Bartra-Apra y cerrarse en la “popular” defensa de la inmunidad de los Becerril y los Donayre, la irritación puede crecer.

La mayor ventaja de Martín Vizcarra es el desprecio de la población hacia este Congreso. Si no se procesa con inteligencia la crítica, pues sí podríamos ir hacia el choque de trenes que favorezca al Ejecutivo.Sin embargo, ya varias voces están señalando a los fujimoristas que de nuevo los traicionó su arrogancia. Y probablemente el sector pragmático de esa bancada, cansado de guerra, también presione por una salida intermedia. Una revisión del tema no es mal negocio. Renunciar a dos años de sueldo sería una pérdida intolerable.

Lo que todo esto revela, más bien, es la improvisación de dos poderes que no saben lo que quieren. Si quiere ser constructivo, el Ejecutivo tiene la responsabilidad de ordenar sus ideas y comunicar la urgencia de la reforma política. Presionar, pero con un norte. Y el Congreso debería intentar ponerse por encima de su mediocridad para construir una agenda de reforma que muestre que sabe hacer algo más que pelear con su sombra o defender sus beneficios. Sería lo más deseable. Lo más probable, sin embargo, es un empate improductivo.