Martin Vizcarra
Martin Vizcarra
Juan Paredes Castro

En todo el mundo hay desbordes de la naturaleza y de fuentes energéticas de riesgo como la nuclear, que pueden desbordar la capacidad de un gobierno en su esfuerzo por enfrentarlos.

Lo insólito en el Perú es que no hay desborde de la naturaleza y de las instalaciones de servicios fundamentales que no paralicen al gobierno: desde la caída de un puente que deja sin alternativa de tránsito a una o más regiones hasta una masiva inundación de lodo maloliente como la de San Juan de Lurigancho.

 De ahí que las cruzadas de reconstrucción resulten finalmente peores que la destrucción misma.

Inclusive la actual cruzada anticorrupción, tan elevada en sus expectativas, podría terminar devorada por sí misma si los antídotos y remedios no son severa, correcta e inteligentemente administrados.

Estamos ante un gobierno constitucionalmente unitario, representativo y descentralizado; organizado además según el principio de la separación de poderes (Ejecutivo, Legislativo y Judicial) y como parte de un Estado único e indivisible cuya jefatura descansa en el presidente de la República.

Este gobierno concentrado y poderoso se muestra, de pronto, incapaz de controlar sus desbordes mínimos y medianos, con el peligro de que luego no pueda controlar los desbordes grandes y nos sorprenda más adelante con un desgobierno descomunal.De los desbordes políticos, sociales, judiciales, económicos, financieros, tributarios, unos son más manejables y controlables que otros.

Y cuando no hay manejo ni control, los desbordes desgobiernan en niveles crecientes que pueden ocasionar la quiebra de un país. La suma de un poquito de populismo, otro poquito de intolerancia, otro poquito de autocracia hizo que los gobiernos de Chávez y Maduro acumulasen en largo tiempo desbordes continuos, cada vez más graves, que a la postre han llevado a Venezuela al borde del precipicio.

El presidente dice que él tiene la autoridad moral suficiente para conducir la cruzada anticorrupción. Creámosle, pero al mismo tiempo exijámosle, en su calidad de jefe del Estado, que cuide y controle, con respeto por los fueros jurisdiccionales, los desbordes políticos, fiscales, judiciales y administrativos de la anticorrupción.

En los tres poderes del Estado hay silencios y pactos a media voz que privan al país de conocer el real manejo de los asuntos que les conciernen. Los acuerdos con Odebrecht, por ejemplo, por correctos y honestos que parezcan, no pueden estar solo librados, de comienzo a fin, a la confianza de los fiscales Vela y Pérez, por correctos y honestos que también parezcan.

¿Si Pedro Chávarry no era el fiscal de la Nación idóneo sí lo es Zoraida Ávalos para hacerse responsable, en la más alta jerarquía institucional, del destino de este acuerdo? Martín Vizcarra no dialoga, no acuerda, no concierta, no explica muchas cosas, no abre ni tiende puentes. Hay desbordes en el gobierno central y en los gobiernos regionales, los hay en el Legislativo y en el Poder Judicial.

Los desbordes más peligrosos son aquellos sobre los que no se hace nada: la informalidad y la falta de autoridad, frutos de un desborde mayor, el del olímpico incumplimiento de la ley.