Hace 18 años, la holandesa Helena van Engelen llegó al valle de Urubamba, en Cusco, con una misión: construir un hogar para los niños en situación vulnerable. (Foto: Omar Lucas)
Hace 18 años, la holandesa Helena van Engelen llegó al valle de Urubamba, en Cusco, con una misión: construir un hogar para los niños en situación vulnerable. (Foto: Omar Lucas)
Vanessa Cruzado Alvarez

Hace 18 años, la holandesa Helena van Engelen llegó al valle de Urubamba, en Cusco, con una misión: construir un hogar para los niños en situación vulnerable. A la fecha, la Fundación Niños del Arco Iris ha ayudado a más de 200 mil personas. Esta es su historia.

A 78 kilómetros al norte de Cusco y a casi tres mil metros de altura, Helena van Engelen nos recibe con un efusivo abrazo. Es la primera vez que la visitamos, pero la holandesa de 70 años nos trata como si hubiéramos regresado a casa. Mientras toma un mate de coca, confiesa que está feliz porque luego de un año puede ver a sus niños. Complicaciones en su salud la alejaron del valle de Urubamba, en medio de los Andes, lugar al que llegó hace más de 15 años. ¿Qué hizo que una educadora de profesión, sin apuros económicos, dejara atrás la vida que tenía?

Ámsterdam, 1997. Helena enfrentaba el luto e intentaba seguir adelante. Buscaba una misión a la cual entregarse. Un día, mientras miraba televisión con sus dos hijos, se topó con un documental sobre los niños en las calles de Lima. “Quedó clavado en mi corazón”, recuerda aún con dolor. Lo interpretó como una llamada, pero debía viajar a Perú para cerciorarse de que ese era su destino. Lo único que sabía de nuestro país era sobre los incas. Cuatro años después, su hija, de entonces 20 años, le dijo: “Mamá, ya tengo mis alas para volar. Te toca hacer ese viaje”. Vendió sus propiedades y, dos semanas después, emprendió una aventura siguiendo lo que dictaba su corazón.

-COLORES MÁGICOS-
Era la primera vez que Van Engelen, allá por sus 52 años, viajaba sola. Estuvo unos meses en la Ciudad Imperial para familiarizarse con el castellano, que hoy habla a la perfección. Mientras, estaba en búsqueda de un lugar para niños en situación vulnerable. “Quería que aquí encuentren amor, respeto y confianza. Hasta entonces, el nombre era Niños del Arco. Cuando supe que en Cusco el arco iris y sus colores eran importantes, no tuve dudas”, confiesa. Los locales le hablaron de un terreno en la calle Querocancha, a 20 minutos a pie de la carretera Urubamba-Ollantaytambo. “Vine y sentí una magia tremenda. La tierra cayó en mis manos por una razón”, admite. Sin dudarlo, decidió comprar la propiedad de cuatro hectáreas.

En 2002, con 75 hombres, inició la construcción de la Fundación Niños del Arco Iris. “Los tres primeros años estuve sola. Contaba con el apoyo de Holanda, pero básicamente todo era por iniciativas privadas”, cuenta. Luego de un terrible robo en las instalaciones, su familia, cómo no, le pidió regresar. Helena se negó. No podía dejar a sus 18 hijos peruanos. “Va más allá de mi pequeño yo. Hay un momento en que la vida te pide retribuir todo lo que te da. Tenía que hacerlo. Lo he hecho”.

-TODOS PARA UNO-
En 2012, el albergue pasó a ser centro educativo para alumnos de primero a sexto de primaria. Cinco años después inauguraron aulas para nivel inicial. Hoy, además de educación integral (que incluye inglés, quechua, computación, arte, música, matemáticas y ciencias), brindan campañas de salud a los niños y sus familias, y apoyo laboral a los padres.

Hace dos años que Siomara Handa (6) está en la fundación. Cuando llegó, sufría de anemia. En trabajo conjunto con los especialistas del recinto, hoy tiene mejores defensas y ya está aprendiendo otro idioma. El objetivo es ofrecer las herramientas necesarias para que niños como Siomara se conviertan en agentes de cambio. De eso se encarga –ahora– Susy Caballero (34), gerenta de la fundación.

“Los niños no solo afrontan la pobreza, sino también la violencia. Priorizamos el amor, les damos el espacio de juego. Aquí tienen espacio para ser niños”, enfatiza la administradora de profesión, que trabaja desde el 2018 en la fundación. Este año decidió mudarse a Cusco para enfocarse 100% en el proyecto. Junto a las 35 personas que conforman su equipo, Susy monitorea las diferentes alternativas para ayudar.

La fundación extiende la invitación para que usted, lector, los visite y conozca a los 170 niños. Anímese a dar el paso al otro lado del arco iris. //

CÓMO AYUDAR:
Mediante donaciones. La cuenta está a nombre de Fundación Niños del Arco Iris, en el BCP. El número interbancario es 002-285002185452-0-58-58.

Si está por Urubamba, puede almorzar o alojarse en el hotel de la fundación: Las Casitas del Arco Iris, a una hora y media de la ciudad de Cusco. Para más información, llame al +51 (084) 201484.

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