(Foto: Elías Alfageme)
Billy Elliot

Pasa en las películas. Pasa en las obras musicales. Pasa en la vida real. Thiago Vernal es muy alto para tener 13. Decir que tiene las piernas largas como fideos constituiría una imprecisión porque tres años y medio bailando solo le han significado músculo y firmeza. Pero sí, se prolongan bastante más del promedio para este punto de la pubertad que lo agarra contento en la era Instagram (ya saben, porque el Facebook es para ‘viejitos’). El ADN que le tocó calzaba como zapatilla para la danza clásica desde siempre. Pero eso, de pequeño, no lo sabía. Estaba cómodamente metido en el taekwondo, el básquet, el béisbol. Su familia siempre había estado ligada al deporte, nunca fuera de las canchas. Así, no repelía los entrenamientos, pero tampoco era que le llenaran a tope el espíritu. Hasta que un día, como a los siete, pensó que debía probar con el teatro. Como un pasatiempo, después del colegio, algo ‘tranqui’. Y ¡pow! Como un derechazo en la mandíbula que le volteó la cara, llegó entonces a su corta y entusiasta existencia una revelación: “Pararme sobre un escenario. Eso es lo que voy a hacer el resto de mis días”.

En el ínterin, Thiago conoció a una profesora de ballet que le sugirió tomar lecciones. Él aceptó como parte de su preparación integral. En casa lo apoyaban, pero no lo entendían. A su padre, cuenta hoy el joven artista, la decisión, de hecho, le chocó. 

–Di que vas a bailar. Pero no digas qué.

Siendo piloto, el Sr. Vernal no tenía mucha chance de ver al chico en acción, hasta que acudió a una presentación. Entonces, su manera de pensar dio un giro de 180º. El espaldarazo a la carrera de Thiago a partir de allí ha sido amoroso y permanente, de ahí que él ya tenga experiencia en teatro, cine y TV. Con ciertas vueltas en la trama, su historia es casi la de Billy Elliot, el maravilloso personaje que interpreta y comparte junto a otros dos talentosos actores, en la última gran apuesta teatral de Los Productores. Por eso la emoción, la expectativa, los nervios, el sudor, las caídas, las levantadas, los moretones y la felicidad. Por eso la certeza de que todo se resume en no dejar de perseguir los sueños. Eso aunque el mundo parezca bloquearte o dejarte ‘en visto’ todo el tiempo. 

Reto al destino
A estrenarse el 25 de mayo en el Teatro Peruano Japonés, Billy Elliot, el musical es, qué duda cabe para el director , la obra más difícil que le ha tocado dirigir. Basada en la entrañable película del mismo nombre (2000), la historia pone de protagonista a un púber inglés que en la década del 80 debe esquivar todos los inconvenientes que se suscitan a partir de una decisión tomada: ya no quiere practicar box después de la escuela. Quiere bailar ballet. No tiene mamá, por lo que la batalla es con su rudo papá y el hermano mayor, ambos mineros envueltos en la preocupación que significa una huelga sindical que lidia con el desempleo permanente. Motivado por una maestra de baile, Billy busca romper con sus propios prejuicios, aceptarse y oír con el corazón solo a su vocación.

Fisher explica que es un montaje desafiante porque involucra varios factores. En principio, hay hasta 40 personas en escena, la mayoría niños. Hay músicos en vivo, coreografías, acrobacias.  

“Yo vi la película en el 2000 y sentí que era una de aquellas con las que más conectaba en la vida. Cuando esta se volvió una obra de teatro, lo único que quise fue conocer el material. La música original es de , imagínate. Hace tres años que el proyecto cobra fuerza en las conversaciones con Los Productores. Este se ha hecho en el West End de Londres, en , en tantos otros países con un éxito rotundo. No sabíamos si podríamos hacerlo aquí, pero de una cosa estaba seguro: ni siquiera iba a intentarlo si antes que nada no hallaba a actores que pudieran ponerse en el buzo y las zapatillas de Billy. Y lo hice”, detalla. 

Además de Thiago Vernal, también brillan en el rol protagónico Brando Gallesi (15) y Ray del Castillo (12), ambos con experiencia en teatro, cine y TV. “La preparación ha sido intensa. Venimos trabajando en la obra desde agosto del año pasado. Junto al elenco infantil, hemos tenido clases de ballet, tap y canto. En enero iniciamos los ensayos junto a los actores de más trayectoria”, cuenta el primero. Uno de ellos es . “Yo hago de Jack Elliot, el papá de Billy. Canto dos temas, bailo tap, nos envolvemos en escenas con gran carga emotiva. Para todos ha sido un reto emocionante. La obra definitivamente tiene todos los ingredientes de un superespectáculo”, narra. 

Pequeño legado
Del Castillo, el último Billy, tiene claras las cosas siendo aun tan joven. Al igual que sus compañeros, su amor por el arte no es objeto de burlas por parte de sus amigos, aunque sí le ha tocado oír comentarios ofensivos de gente mayor. Dos hombres, de hecho, les gritaron improperios durante la sesión para la foto que está sobre estas líneas. Los tutús aquí son metáforas –los bailarines profesionales no los usan– que aluden a un ‘yo me atrevo a hacer lo que me hace feliz’. “La obra de lo que va es de ir tras tus sueños. No importa si es ballet, natación o lo que fuera. ¿Cuántos realmente los siguen a pesar de lo que diga el resto?”, cuestiona Ray. 

A pocos días del estreno, ¿le presiona al director la idea preconcebida con que llegue el público que ha visto la película? “Totalmente, totalmente [ríe]. La cinta fue un hit y la obra también lo ha sido en muchos países. El ya no estar a la cabeza de Los Productores me ha permitido concentrarme únicamente en la puesta, así que espero que todo el esfuerzo coseche un buen resultado”. 

En el elenco también figuran , como la mentora de danza del muchacho; , Ana Cecilia Natteri, Ricardo Velásquez y un ensamble de 20 niños y niñas. El objetivo de todos, finalmente, es común, esgrime Fisher. “Si hay en el público un Billy o tiene en su entorno algún Billy –apasionado del ballet o de cualquier otra cosa–, que cambie de parecer y crea que sí puede conseguir todo lo que se proponga... Si se puede generar un pequeño cambio para bien en alguien, eso sería fantástico para nosotros. Si eso se puede hacer, el teatro, entonces, tendría todo el sentido del mundo”. 

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