IÑIGO MANEIRO
A través de estas páginas comparto mis experiencias de viaje por el Perú y, ocasionalmente, por otros lugares fuera del país.
Se muestran las bellezas, peculiaridades, extravagancias y destinos que, cerca o lejos, podemos conocer y vivir. Esas experiencias tienen un ida y vuelta: para nosotros que viajamos y volvemos renovados, y para los lugares a los que vamos, porque la presencia de viajeros y turistas hace, también, que se quieran cuidar y conservar los recursos que motivan nuestro viaje por el Perú. En ocasiones, como esta, además de mostrar un destino de extraordinaria riqueza cultural, gastronómica y natural, como es Lambayeque, hay que compartir, con una preocupación sentida por muchos, los graves errores de gestión, por decir lo menos, que están ocurriendo en uno de los grandes destinos del norte y fundamento de lo que se conoce como la Ruta Moche.
DE HÉROES Y TUMBAS Lambayeque es de alguna manera el epicentro de las experiencias en torno al bosque seco ecuatorial, un ecosistema único que solo existe en el norte del Perú y sur del Ecuador, y a las culturas Moche y Sicán.
En esa ciudad, que fue sede de reducción de indios desde 1536, también se conservan antiguas casonas coloniales llenas de historia, como la Descalzi, San Roque o Montjoy. Esta última fue sede masónica y posee el balcón más largo de todo Sudamérica, con una longitud de 70 metros. Lambayeque cuenta con una bella Plaza de Armas coronada por esa imponente iglesia de color amarillo consagrada a San Pedro, en sus veredas se pueden observar azulejos de colores y varios de sus restaurantes ofrecen la mejor gastronomía del norte.
Además, en torno a Lambayeque existe, también, la mayor concentración de pirámides de adobe del continente. Algunas están muy cerca de la pista principal, como Túcume, otras se conservan escondidas entre los algarrobos de ese bosque que vive de las ocasionales lluvias de principio de año, como La Merced.
La ciudad funciona como punto de inicio de un recorrido por todas ellas, porque Lambayeque dispone de varios museos que, como el Tumbas Reales del Señor de Sipán o el Brüning, nos permiten introducirnos en las culturas del norte antes de salir al campo.
Este escenario ideal se ve ensombrecido por lo que está ocurriendo en la ciudad desde hace ya unos años. Los trabajos de acondicionamiento urbanísticos y de obras públicas, y el abandono absoluto de esas casonas cargadas de historia, están, de alguna manera, matando el destino y haciendo que la Ruta Moche crezca sobre pies de barro. Como el barro y los escombros que llenan calles y veredas. Los lambayecanos reivindican el lado acogedor, generoso en cultura y lleno de posibilidades de siempre, más cuando la tendencia del turismo en el Perú es mirar hacia el norte para descongestionar el sur.
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