“Con la destrucción del tétrico lugar conocido como “La Lobera”, por acción de dos potentes cargas de dinamita, se inició en presencia del ministro de Justicia, doctor Enrique Elías Laroza y de cinco parlamentarios, los trabajos de remodelación de la isla penal El Frontón”, informó El Comercio el 17 de noviembre de 1981.Era el inicio de la década de los ochentas, y las obras, según declaró el ministro Elías Laroza, del Partido Popular Cristiano, demandarían una inversión de 150 millones de soles y deberían estar culminadas dentro de los siguientes sesenta días.La visita a la isla penal, cargada de un sórdido pasado, comenzó a las nueve de la mañana, al embarcarse el ministro y su comitiva en una nave de la Marina de Guerra en la Escuela Naval del Perú.En aquella ocasión, el ministro estuvo acompañado por dos senadores y tres diputados. Todos caminaron por las instalaciones del vetusto penal y observaron la destrucción de “La Lobera”, histórico lugar de tormentos. Ubicada en la parte posterior de la isla, estaba conformada por cuatro celdas, donde el agua llegaba hasta las rodillas a los presos en situación de castigo.La colonia penal de El Frontón fue fundada en 1917, hace un siglo, durante el Gobierno del presidente José Pardo y Barreda (1915-1919). Ese año se levantaron tres pabellones para internos, el muelle y varios talleres. Asimismo, se construyó un edificio para la administración.
El primer director fue el Coronel EP Teobaldo Gonzales, y la prisión fue proyectada para recluir allí exclusivamente a sentenciados. Empero, en mayo de 1919 se realizó un gran paro general obrero, a consecuencia del cual fueron detenidos cientos de trabajadores, que terminaron en las celdas del recién inaugurado penal, en la “Isla del Diablo”, como era conocido aquel pedazo de tierra en medio del océano Pacífico.Así se convirtió en prisión política. Durante los gobiernos de Luis Miguel Sánchez Cerro, Óscar Raymundo Benavides y Manuel Odría Amoretti recibió a grandes contingentes de personas retenidas por razones ideológicas.El ex presidente Fernando Belaunde Terry estuvo en la tenebrosa cárcel. Intentó huir a nado, pero fue retornado por una lancha que estaba en camino a la isla. También estuvieron recluidos allí Armando Villanueva del Campo, Manuel Scorza, Luis Carnero Checa y Hugo Blanco Galdós, entre otros. Delincuentes que ingresaron por delitos leves se endurecieron en ese infame centro carcelario. Algunos se convirtieron en temibles asesinos. Esa fue la historia de “El Sargento”, un hombre aparentemente inofensivo y de origen provinciano, que fue recluido por el robo de gallinas en una comunidad ayacuchana.
Sin juzgamiento, estuvo enclaustrado por años. Hasta que un día, en defensa propia, mató primero a un avezado delincuente. Luego asesinó a otros dos presos más. Cuando fue sentenciado a seis meses por el robo de gallinas ya era un criminal altamente peligroso. “El Sargento” salió de El Frontón anciano y enfermo. Terminó como un vago y un mendigo, y años después retornó a El Frontón.El establecimiento penal está ubicado a 12 kilómetros al noroeste del Callao y al sur de la isla San Lorenzo. Mientras planeaban sus fugas, los internos tenían que marcar su territorio e imponerse en base a ferocidad para no perder la vida. Conocidos eran los duelos con chavetas que solían protagonizar los reclusos en el llamado “Camotal”, que estaba ubicado en la parte posterior del presidio.En febrero de 1956, periodistas de “La Prensa” fueron llevados a El Frontón, tras un “paseo previo” por el Jirón de la Unión y una “escala” en la Penitenciaría, conocida como “El Panóptico”.“Éramos 42: el director, periodistas, un fotógrafo, gente de talleres, linotipos, rotativa y distribución, cuenta el periodista Luis Rey de Castro en una nota publicada en El Comercio, el 16 de octubre de 2001.“Las celdas de tortura y castigo eran las herramientas preferidas por los dictadores para el “tratamiento político” de apristas, marxistas y cualquier adversario”, recuerda el experimentado hombre de prensa.Pero también se dieron casos curiosos, como el sucedido en 1984, cuando 80 mujeres y convivientes de los presos se quedaron a dormir con sus parejas –un día sábado-, pues se negaron a abandonar la isla. Todo en medio de una desorganización administrativa total y una laxitud generalizada.Volviendo a la nota de 1981, el ministro Elías Laroza dijo que los trabajos se ejecutarían en un plazo de sesenta días y consistirían en la remodelación del Pabellón azul, del pabellón para la Guardia Republicana, y la construcción de un corredor y cocina. El Pabellón Azul sería destruido en junio de 1986, durante el motín de prisioneros senderistas.