En la universidad me hicieron ver Pantaleón y las Visitadoras, pero en la versión de 1999, la que dirigió Francisco Lombardi, con Salvador del Solar como Pantaleón Pantoja y Angie Cepeda como La Colombiana. No tenía ni idea de que en realidad se trataba de un remake. Recién esta semana, al ver esta foto, vine a enterarme de que la primera adaptación, producida por la Paramount Pictures, se rodó en 1975 en la ciudad de La Romana, en República Dominicana (el gobierno militar peruano no dio permiso para que se filmara en la selva), y la codirigió el propio autor de la novela. Ahí vemos a Vargas Llosa, con la melena larga, dándole instrucciones a una veinteañera Camucha Negrete, primerísima actriz nacional que interpretó el papel de La Brasilera, una de las visitadoras del campamento implementado por el capitán Pantoja; se trata del mismo personaje que años más tarde (1999) encarnaría la Cepeda, y más recientemente Millet Figueroa (2019) para la puesta en escena de la obra en su formato teatral.
Camucha Negrete acaba de cumplir treinta y un años, era una mujer despampanante y muy codiciada. El propio Vargas Llosa la citó en La Tiendecita Blanca, en Miraflores, para ofrecerle el papel sin tener que pasar por ningún casting. Ella aceptó de inmediato, sabiendo que le tocaría hacer una escena erótica que incluía un semidesnudo. Según varias fuentes, aquel rodaje fue de lo más accidentado: hubo un tifón brutal que se llevó buena parte de la escenografía y, encima, el inexperto director Vargas Llosa tuvo que lidiar con los caprichos de ciertos actores, en particular la mexicana Kathy Jurado, quien exigió un baño privado, un bar para consumo personal y un guardaespaldas. Al final, la echaron y la reemplazaron de emergencia con la esposa de un militar dominicano.
Lo que más me gusta de la foto es ver a Vargas Llosa hablando con uno de sus personajes. En ese momento, Camucha no es Camucha, es Olga Arellano, La Brasilera, una criatura nacida de la imaginación de nuestro Nobel, la voluptuosa meretriz que enamora al Capitán Pantoja hasta hacerlo dudar de sus más íntimas convicciones. Es con ella con quien Vargas Llosa conversa en esta imagen, a quien da pautas para que cumpla debidamente su papel. Es el encuentro de la realidad con la ficción en un vestuario montado en el Caribe. Real y maravilloso.