Con el semblante cansado, las piernas dobladas pero intacta la fe, el Señor pasea sus huesos por las calles del Correo, Portal de Botoneros, Afligidos, Valladolid y Vera Cruz. Es perfecto, como esculpido. Dobla por Palacio de Gobierno y alguien podría decir que entristece. Sigue su camino. Suena el claxon de un Dodge y la voz de la señora de los anticuchos. El Señor es frágil como yeso y noble como el corazón de Lima: la hospitalidad peruana es de ranking mundial. Deja la estación de Desamparados –donde hoy es la Casa de la Literatura– y una alfombra de flores lo recibe para avivar el catolicismo, un sello de esta república.
Es la Semana Santa de 1965 y la crónica describe la procesión del Cristo del Santo Sepulcro. Quienes lo acompañan —según el reporte del Archivo del diario El Comercio— son los Caballeros de la Benemérita Archicofradía de la Vera Cruz, fundada en 1541 por el conquistador Francisco Pizarro.
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LA FOTO:
Todo es parte de una secuencia de imágenes guardadas en nuestra Hemeroteca que revelan el fervor religioso de esta ciudad. Entre esas fotos destaca esta, de otra ceremonia realizada en la capital. Es el preciso instante en que dos hombres levantan al Señor y lo ubican en uno de los salones principales de una iglesia del Centro de Lima. De pie es más inmenso de lo que es.
Hombres de sastre impecable, mujeres con velo, algunos niños atónitos, acompañan la escenografía del lugar, pero no son lo más resaltante. Los fotógrafos ven en esa luz de fondo solo un reflejo. Para los cristianos ese brillo no es otro que la mano de Dios.
El señor Manuel Orrillo era un niño de doce años y recuerda la ceremonia previa en casa para salir rumbo al Centro de Lima. “En el Jueves Santo —dice, vía correo electrónico— se visitaba obligatoriamente al Santísimo, se rezaba el Vía Crucis, que consistía en decir una oración en cada estación las cuales son catorce y como bien se sabe estas se encuentran en las paredes laterales del templo.
Luego continúa: “El Viernes Santo día de total recogimiento empezaba al medio día con el Sermón de las Tres Horas que en ese tiempo solo estaba a cargo de un sacerdote el cual se dirigía desde el pulpito a los feligreses y lo hacía a viva voz, en ese entonces no se contaba con las facilidades que se tiene ahora, tales como parlantes, amplificadores, etc.”.
Lector de todos los días de El Comercio, Orrillo recupera de la memoria otro detalle que hoy podría ser un truco cinematográfico: no se comía carne, la dieta estaba destinado a los productos marinos y las radios no pasaban cualquier música. “Por la radio solo se escuchaba música sacra y en algunas emisoras se podía escuchar la Pasión y Muerte de Cristo. En los cines solo se proyectaban películas como: La Pasión de Cristo, Ben-Hur, el Manto Sagrado, la Virgen de Guadalupe, Los 10 Mandamientos, etc. Y para el púbico se escenificaba la Pasión y Muerte de Cristo en el Coliseo Nacional el cual se encontraba en la avenida Bausate y Meza en la Victoria y en el Coliseo Dos de Mayo el cual se encontraba en la avenida Oscar R. Benavides —antes Colonial— en el Cercado de Lima”.
Otro tiempo.
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RETROVISOR, LA NUEVA CONTRA MULTIMEDIA DE EL COMERCIO:
Diseño: Armando Scargglioni
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