Muchos deben conocer la historia de cómo empezamos a celebrar en el Perú, en un día determinado, la presencia de las madres en nuestras vidas, pero pocos con el detalle que revelamos aquí. El Día de la Madre es un momento especial del año para expresar todo lo que sentimos y pensamos de ellas, y la ocasión amerita también para recordar cómo se inició todo y admirar a algunos de sus protectores.
El origen de un sueño
El sueño de Ann Reeves Jarvis, una mujer de Virginia, Estados Unidos, era darle un homenaje a las madres, a la figura materna. Ella murió el 9 de mayo de 1905 sin lograr su anhelo. Pero estaba su hija Anna Jarvis para seguir intentando ese reconocimiento. Tanto fue el empeño de Jarvis que casi puso en quiebre a su familia.
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Por medio de sentidas cartas a políticos y religiosos, pero también a juristas y empresarios, proponía establecer el Día de la Madre en su país. Algo que nos puede parecer lógico hoy en día, no lo era aún en esos años iniciales del siglo XX. Anna Jarvis propuso celebrar esa fecha el segundo domingo de mayo. Su objetivo era que lo sea cerca de la fecha de la muerte de su madre. Un gesto simbólico para ella.
Fue solo en 1914 que fue escuchada con interés. El presidente norteamericano Woodrow Wilson atendió por fin su pedido, su súplica. Y firmó el proyecto de ley del Día de la Madre, instituyendo la celebración a nivel nacional. Debió pasar algunos años para que otros países se adhirieran a la fecha.
Algo importante ocurrió en el gobierno del oncenio
En el Perú, el establecimiento de la fecha para las madres no surgió de la clase política ni de los juristas encumbrados. En esos años del ‘oncenio’ de Augusto B. Leguía (1919-1930), los que le pusieron entusiasmo a la idea fueron los estudiantes sanmarquinos.
Un grupo de ellos, pertenecientes al Centro Universitario “Ariel”, tuvieron la iniciativa y recibieron el apoyo de la gente. Por eso se puede decir que este día es una celebración completamente del pueblo, de las personas de a pie.
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Luego de un debate (sí, hubo debate) se aprobó la Resolución Suprema N° 677 en el Congreso Nacional. Fue el 12 de abril de 1924. Desde entonces, el segundo domingo de mayo es oficialmente el Día de la Madre en el Perú. Esto se dio en un año de gran modernización para Lima.
Por esos días se había inaugurado el “Edificio Italia”, de la compañía de seguros Italia (esquina Carabaya con Miró Quesada, hoy Santa Rosa). Asimismo, el 4 de mayo de 1924, se inauguraría oficialmente el nuevo edificio del diario El Comercio.
En ese ambiente de esperanzas y cambios, se celebró en el Perú el primer Día de la Madre, el domingo 11 de mayo de 1924. Fue una jornada de sonrisas, besos y abrazos. Hubo actos escolares, otros en familia, pero todos dedicados a las madres.
Una de estas actividades ocurrió en el Parque de la Exposición, donde estaba el busto de la matriarca nacional, Juana Alarco de Dammert, la conocida ‘Abuela de los niños’. Allí destacó el homenaje de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos y los muchachos del Centro Universitario “Ariel”. A Juana Alarco le hicieron un conmovedor homenaje también un grupo de niños huérfanos de la capital.
El Comercio informaba un detalle adicional de esos tiempos: durante las ceremonias públicas las personas se colocaban en el ojal rosas rojas si sus madres vivían aún; y rosas blancas si estas habían muerto. Sin duda, la primera celebración del Día de la Madre fue una jornada de paz y unión familiar en el Perú.
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El Hogar de la Madre
Como prueba de la consolidación de la figura materna en el Perú, se fundaron instituciones inspiradas en su imagen. Así, por ejemplo, Rosalía Lavalle de Morales Macedo, una mujer de gran espíritu y servicio social, fundó El Hogar de la Madre, que se ubicó en Miraflores.
Surgido en la década de 1940, durante el gobierno de Manuel Prado Ugarteche, quien estuvo presente en la inauguración del local, esta institución era en verdad una casa-hospital, un hermoso lugar de atención médica y humana para las primeras madres que buscaron su amparo.
Luego de algunos años, los herederos de doña Rosalía admitieron que la casa-hospital fuera administrada por la Sociedad de Beneficencia de Lima, con una sola condición: no dejar de servir a las madres modestas en la parte hospitalaria. Y es que el deseo de los familiares de Rosalía Lavalle era que la institución se dividiera en dos partes: una parte como clínica y la otra como hospital gratuito.
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Como vemos, su fin desde un inicio fue claramente social y humanitario, con un arduo trabajo bajo el concepto básico de atender gratuitamente a las mujeres embarazadas de escasos recursos económicos. Un bien social de ayuda a las madres necesitadas.
Esos han sido los sentimientos que ha generado y genera la figura materna en el Perú. Y sobre esta figura, hay muchas historias que aún podemos contar.
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