Si te has preguntado alguna vez por qué no logras materializar tus sueños, la respuesta puede estar en el autosabotaje. El Yo saboteador es una parte de nosotros que nos impide alcanzar nuestros objetivos. Puede desarrollarse a partir del miedo al fracaso, la falta de confianza en uno mismo o la necesidad de aprobación. No obstante, según ‘Mereces lo que sueñas’, el libro de la reconocida psicóloga y astrocoach Mariana Vásquez Hirsch, esta parte de nosotros puede ser superada.
En su último libro, Mariana Vásquez revela el secreto para sanar nuestro Yo saboteador, desbloquear nuestro poder interior y alcanzar todas nuestras metas. De acuerdo con lo establecido por la psicóloga, este lado de nosotros reacciona desde el pasado ante una situación presente y, de esta manera, crea patrones negativos que se perpetúan en el futuro. Por ello, debemos dejar ir los disfraces que nuestro Yo saboteador nos asigna, como el control, la perfección, la adicción a la aprobación, entre otros.
Tres pasos para transformar a tu Yo saboteador en tu mejor aliado
- Reconcíliate con tu Yo saboteador:
No podemos sanar nada que estemos juzgando. Para evitar caer en ese hoyo en donde inconscientemente comenzamos a manifestar todo lo que no queremos (en la famosa profecía autocumplida), debemos reconocer que la herida se gatilló. Es fundamental tratarnos con compasión y, acto seguido, pedirle con amabilidad, pero con firmeza a nuestro Yo saboteador que se siente en el asiento de atrás, porque ahora nuestro Yo heroico tomará el volante.
- Acepta tu herida:
A continuación, debes ser muy sincero contigo mismo y describir la herida que ese Yo saboteador trata de evitar. Esto lo haces al responder las siguientes preguntas: “¿A qué le temo realmente?”, “¿Qué es lo que estoy tratando de evitar con este disfraz saboteador?”, “¿Por qué quiero evitarlo?”.
- Perdonarnos es fundamental:
No debemos perdonarnos por lo que pasó o por lo que pensamos que hicimos mal, sino que el perdón debe ser por habernos olvidado de nuestra luz, de nuestra abundancia, de nuestro origen divino. Nos perdonamos por haberle creído al miedo y haber olvidado nuestra esencia. En ese perdón, nos desconectamos de la situación gatilladora para facilitar el retorno a nuestro verdadero ser.
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