Jugar bien es crear situaciones, convertirlas, y no permitir que el rival te cree opciones de gol. Argentina ganó a Nigeria, pero no completó una gran actuación. Mejoró en cuanto a los dos anteriores compromisos, aunque continúa dejando dudas en defensa.
Circulación. Argentina mejoró porque entendió que el traslado individual del balón inmoviliza al resto. Hoy, ante Nigeria, a diferencia de lo visto contra Bosnia e Irán, priorizó la circulación de la pelota y así le dio cierta dinámica a su juego. Aunque dos de sus goles nacieron de balón detenido –que no deja de ser una virtud–, generó ocasiones a partir de la asociación. Quizás mereció más goles de los que convirtió para darle más valor a su ataque.
Siempre por el centro. Sabella armó su equipo armado para atacar por la zona interior del campo. Pocas veces los laterales Rojo y Zabaleta fueron opción de pase para golpear por los costados. Dedicaron más tiempo a defender que a pasar al ataque. Y no arriesgaron por miedo a dejar un espacio vacío atrás. Argentina adoleció de este defecto. De este modo, tuvo dos únicos caminos hacia el gol: por el centro o por una genialidad.
Dudas en defensa. Argentina se mostró insegura durante los 90 minutos. Mascherano, en una posición diferente –en el Barcelona juega de central–, sufrió para ser el eje defensivo del equipo en el medio. El otro problema que sufrió el equipo de Sabella: la defensa quedó completamente descompensada siempre que un nigeriano los eliminó en el uno contra uno. Estas desantenciones defensivas convierten a un equipo argentino protagónico en otro descompensado. Debe dedicar más tiempo al trabajo defensivo.
La figura. Fue Lionel Messi. Perdió incidencia en algunos pasajes del partido, pero fue determinante por sus goles. Su actuación ante Nigeria lo ubica entre las mejores del Mundial. Desequilibró, hizo jugar y marcó dos tantos. Sin ser el rey de las huachas o el magnate del asombro ya es uno de los goleadores de la Copa del Mundo con cuatro anotaciones.