PABLO HACKER / GDA Canchallena.com
Se buscan adentro y afuera de la cancha. Son socios del gol, pese a que en Brasil 2014 uno está jugando mucho mejor que el otro. En el primer partido ante Bosnia, no empezaron juntos y, por eso, uno se quejó y lo pidió al otro como titular. Incluso, hace algunas semanas, se habló de la posibilidad de que compartieran ataque en Barcelona la próxima temporada, algo que por ahora deberá esperar.
Los dos nacieron en 1987 y son parte de la generación de futbolistas argentinos que quiere dar la nota en el Mundial. Son Lionel Messi y Gonzalo Higuaín, la dupla de ataque de la selección, que mañana ante Suiza, en Sao Paulo, volverá a entrar a la cancha para pasar a los octavos de final. Desde que el 10 de octubre de 2009 jugaron juntos por primera vez con la celeste y blanca en aquel inolvidable partido de eliminatorias ante Perú, en el Monumental, con Diego Maradona como DT, que fue triunfo agónico con goles de Pipita y Martín Palermo, no se separaron más.
Diego los juntó en Sudáfrica 2010, Sergio Batista los mantuvo y Alejandro Sabella sacó lo mejor de ambos. Con Pachorra compartieron ataque en 20 partidos, con 16 triunfos, 3 empates y una derrota, con 19 tantos de Messi y 13 gritos de Higuaín. Sólo en cuatro de esos encuentros no hubo goles de alguno de los dos. Los números totales marcan que compartieron cancha en la selección en 35 partidos, con 22 festejos de Leo y 21 de Pipita. Con ellos dos arriba, la Argentina perdió sólo dos de los últimos 24 juegos.
“Messi e Higuaín juntos en las inferiores de River habría hecho un desastre. Podrían haber llegado a tener 50 goles cada uno”, dice el técnico que los juntó a los 12 años
La fría estadística indica que Messi e Higuaín jugaron juntos por primera vez aquel día en el Monumental, pero habrá que revisar los libros, porque en el año 2000, cuando ambos tenían 12 años, compartieron ataque en las inferiores de River, en los días en los que Leo se probó en el club de Núñez, donde finalmente no terminó jugando por diversas situaciones.
Fue en mayo de 2000, en Ciudad Universitaria, exactamente en la cancha que está cerca de la curva que sale de Udaondo para empalmar con General Paz. Era el segundo día que Leo practicaba en River y le tocó compartir el ataque con Pipita, quien por entonces estaba en las inferiores millonarios.
Quien los juntó fue Eduardo Abrahamian, entrenador de la categoría '87 del club de Núñez. Catorce años después, el hombre le cuenta a canchallena.com: “Estaba Messi de enganche y de punta Higuaín y Giménez (jugador que había ido con Leo para probarse). Veíamos el equipo y nos sorprendía la explosión que teníamos de mitad de cancha hacia adelante”.
Todo empezó un día antes, un martes, cuando Messi llegó a River para probarse junto a Leandro Giménez, su compañero de ataque de siempre. En Núñez, no sabían quién era Leo, ni que por entonces estaba fichado por Newell´s. Directamente, les tomaron una prueba de fútbol.
“Armo el equipo que tenía que jugar el domingo en la categoría '87, con Higuaín. Del otro lado, puse una formación con suplentes, más Messi de 10 y Giménez de 9. Lionel, al que yo le decía chiquito, agarraba la pelota y dibujaba. La práctica tuvo una dinámica bárbara, especialmente por Higuaín y Messi. Creo que Leo hizo seis o siete goles en ese entrenamiento contra el equipo titular de la categoría”, recuerda Abrahamian, hoy de 54 años y quien trabajó siempre en inferiores en River, Cartagena de España, Racing y Argentinos Juniors y como jugador se desempeñó en los millonarios, San Lorenzo (fue parte del plantel que ascendió en 1982), San Martín de Tucumán y Deportivo Armenio.
Como el DT quedó sorprendido, los citó a Messi y Giménez al día siguiente para que volvieron a entrenarse con la categoría: “Fui a hablar con el director general, con Délem. Le conté que habían llegado dos jugadores de Rosario. Le dije que había uno que era muy bajito, pero que jugaba muy bien. Lo invité a que los viera y le expliqué que quería ponerlos juntos a Messi e Higuaín”.
Era la mañana temprano. Los chicos de la categoría llegaron al Monumental y cruzaron a Ciudad Universitaria caminando. En el grupo, estaban Leo y Pipita y ese día compartieron ataque por primera vez. “Uno como el otro se buscaban en la cancha y se daban espacio para desarrollarse cada vez mejor”.
Ellos jugaban, quienes los miraban se divertían. Era tal el espectáculo que Abrahamian decidió no frenar el entrenamiento. Fue una hora y cuarto de fútbol seguida: “Nosotros medíamos el tiempo para no cansar a los chicos. Ese día no cambié nada, sólo paré un rato para que se refrescaran. No hacía falta dar indicaciones, era la creatividad propia de ellos”.
¿Cómo jugaron aquel día? “Hubo goles de todos los gustos. Cuando arrancaban desde la mitad de la cancha, era una explosión de toques para que la definición terminara siendo un pase al arco, aunque el arquero estuviera bien posicionado. Era una cosa de locos verlos juntos”, se emociona Abrahamian. Mañana, saldrán de nuevo a jugar juntos, con la idea de enloquecer a los suizos y darle a la Argentina el pasaje a los cuartos de final del Mundial.