Setecientos goles son una enormidad, una locura en cualquier época del fútbol. Es lo que está a punto de alcanzar Cristiano Ronaldo en el máximo nivel posible. Vale remarcar esto último, porque hay una subvaloración incomprensible hacia ciertos medios o torneos: por si acaso, jugar en Sporting de Lisboa, Manchester United, Real Madrid, Juventus y, en materia de selecciones, en Europa, es lo supremo. Siempre sostenemos: no hay campeonatos contra Marte ni contra Júpiter. De lo terrenal, las ligas inglesa, española o italiana, disputar siempre Champions, Eurocopa, Eliminatorias, Mundiales, son el techo futbolístico del planeta. En esas plataformas, CR7 ha alcanzado la inusual cifra de 699 goles. Mañana lunes ante Ucrania podría llegar el que falta. O la semana próxima. Pero caerá. Y no es descabellado pensar que pueda rozar los 800.
De esos 699, 94 son con la Selección de Portugal, y aquí cabe el primer alto: es entendible que los artilleros históricos de equipos nacionales sean europeos. Porque al ser la confederación con más miembros (55) tiene más partidos: Eurocopa, eliminatoria de Eurocopa, Liga de Naciones, eliminatorias de Mundiales. Y porque es un continente con seis o siete países potentes (Alemania, España, Inglaterra, Italia, Francia, Portugal, Bélgica), pero luego hay pilas de selecciones de clase B, C (Albania, Armenia, Azerbaiyán, Bielorrusia, Estonia, Letonia, Kazajistán, Macedonia, Moldavia) e incluso D (Andorra, Luxemburgo, San Marino, Lichtenstein, Islas Feroe, Malta, Chipre, Kosovo, Gibraltar). No son extrañas las goleadas y que un delantero haga triplete o cuatriplete. Muy diferente de Sudamérica, donde es más parejo: de diez, seis o siete son fuertes y, las restantes, competitivas.
Como fuere, 94 goles en selecciones es notable. Esto nos recuerda una anécdota deliciosa de Roberto Recalt, presidente de Nacional de Montevideo, en 1990. Cayó en sus manos una revista “Sólo Fútbol”, de Buenos Aires, que informaba profusamente sobre los certámenes del ascenso. En ellos advirtió que un tal Julio César Dely Valdés llevaba anotados 36 goles en Deportivo Paraguayo, clubcito de la Primera “D” del fútbol argentino. Lo comentó con otros dirigentes: “¿Por qué no lo traemos…?, debe ser barato”. Alguien le respondió: “Hizo 36 goles, pero en Primera D…” Recalt respondió con una lógica devastadora: “Y si fuera tan fácil, ¿por qué no los hicieron otros…?”
A Recalt se lo acusó de comprar un jugador “por catálogo”. Pero el panameño tuvo un paso sensacional por Nacional, que lo adquirió en 10.000 dólares y lo vendió en cien veces más. Luego triunfó en Europa.
Cercano ya a los 35 años, Cristiano está circunnoscripto hace algunos años a la exclusiva función de finalizador, no participa de los circuitos de juego, no crea ni asiste, sin embargo su olfato sigue oliendo la presa como el primer día. No está para el mano a mano con el defensa; zagueros con diez o doce años menos lo enciman y pierde por potencia o por velocidad, dos ítems en los que antes se imponía. Pero sigue enarbolando su sensacional ambición, el desmarque fantástico, el grado de concentración de los muy grandes y, desde luego, la técnica de remate, de cabeza y con los pies, que ha sido su arma predilecta. Es un deportista al que no se necesita motivar, posee una fuente motivacional propia. Tampoco recomendarle que se cuide, luce siempre una impecable condición física.
A un atleta muy bien entrenado y mentalizado podemos ponerlo a romper juego; para crear o anotar goles necesita habilidad, oportunismo, astucia, destreza y un largo etcétera. El gol es lo más difícil de este juego, convertir 700 sólo en partidos oficiales es un mérito excepcional. Y en las ligas más fuertes. Ya cuando se pasa de 500 goles es algo relevante. Su tocayo brasileño, Ronaldo Nazario, considerado un fenómeno, llegó a 419. El fabuloso Puskas (no dejen de ver en Youtube su primer gol a Inglaterra en Wembley en 1953) alcanzó los 709 tantos en 720 cotejos. Cristiano seguro lo va a superar, aunque con más partidos: ya suma 971.
Es importante subrayar que todas las carreras son diferentes. Di Stéfano llegó a 512 y, aunque era centrodelantero, debe convenirse que se movía por toda la cancha, no estaba de pescador arriba: bajaba, marcaba, armaba juego y definía. Romario llegó a 748 (19 en Segunda); no obstante, vale aclarar que 272 de ellos los consiguió a nivel estadual, en el Campeonato Carioca, que no es la máxima expresión del fútbol de su país; este es el Brasileirão. Algo similar acontece con Pelé, quien reunió 757 anotaciones oficiales (algunos le dan 767). Aquí cabe otro alto: 467 de esas conversiones fueron en el Campeonato Paulista, que evidentemente no tenía el mismo nivel de otros torneos. Jugaban clubes muy pequeños, eran tiempos en que se atacaba con cinco y se defendía con tres. Santos era una máquina con Dorval, Mengalvio, Coutinho, Pelé y Pepe; los demás equipos, salvo Palmeiras, y en menor medida Corinthians y São Paulo FC, eran muy inferiores. Como poner hoy al Liverpool en la liga de Gales. Tomamos uno de sus mejores años como ejemplo: 1959, en que Pelé fue artillero del Paulistão con 45 tantos. Santos venció 12 a 1 al Ponte Preta, 8-0 al América paulista, 8-2 al XV de Jaú, 7-0 al Jabaquara, 6-1 al Noroeste, 6-1 a la Portuguesa Santista, 6-2 al Comercial, 5-0 y 5-1 a la Portuguesa de Desportos… Señaló 155 goles el Santos en ese torneo, una animalada. (Hoy, muchos se burlan cuando alguien le marca goles al Granada, al Eibar, al Sassuolo o al Brighton). O Rei también marcó 37 goles en el Cosmos en una liga norteamericana que no era la de hoy. Igual, esto no minimiza en absoluto a Pelé, que después en los torneos internacionales goleaba a Boca, Peñarol, el Milan, Benfica o el que fuera.
Cristiano y Messi son los dos artilleros en actividad que aún pueden llegar a la cima. Leo está con 672 goles, aunque con 143 partidos y dos años y medio menos que el portugués. Y no le computan 13 que convirtió entre el Sudamericano Sub-20, el Mundial de esa categoría y el Torneo Olímpico (en estos dos últimos fue campeón). Tampoco otros 23 marcados con el Barcelona “B” en la Segunda División de España, aunque sí se los registran a Puskas y a Romario. Como sea, lo de Messi es fabuloso por ser el único de los supergoleadores históricos que no es delantero neto. Nunca jugó dentro del área. Empezó como puntero derecho de raya, pasó de falso 9 con Guardiola y desde hace años se ubica como un 8 abierto, que arranca retrasado, arma la jugada y entra a definir.
Ucrania puede ser el escenario de un hito: el gol 700 de Cristiano. Lo esperamos.