Montevideo [Por Jorge Savia, diario “El País”/GDA].
Hoy dice “ya le gané a la vanidad”, revela Markarián. “Estoy trabajando en crear un nuevo sistema de juego” y sentencia: “Si tenés una buena defensa y un crack arriba, ganás”.
-¿En qué anda?-Descansando, tomando un respiro de tantos años de actividad y estrés; y escuchando y viendo ofertas de trabajo que, gracias a Dios, hay muchas.
-¿Ninguna le interesó?-Sí. Algunas quedaron de lado aún cuando me interesaron. Incluso he viajado dos o tres veces para hablar en vivo y en directo, pero no se han dado. Otras las desestimamos, de selecciones, de equipos… y lo que me entusiasmó no salió; entonces, prefiero seguir esperando.
-Llamó la atención que Newell’s lo quiso y usted no fue.-Sí, me entusiasmó mucho. Argentina es atractiva para cualquier entrenador, Newell’s es de los equipos lindos para trabajar y, por si fuera poco, tuve la recomendación de un entrenador histórico ahí; me llamó el ‘Tata’ Martino; pero en este momento el gran problema con la Argentina es económico: ellos tienen dificultades de tipo cambiario y a esta altura de mi vida hay cosas que yo tengo que cuidar por una cuestión de imagen.
-¿En el Perú no quiso seguir?-Perú me ofreció dos posibilidades: seguir como entrenador o director general con otros entrenadores que yo mismo designara. Era crecer en la línea de trabajo que tuvimos durante 5 años, pero ya dándome toda la autoridad del manejo del fútbol peruano; pero yo entendí que ya era suficiente tiempo y preferí alejarme.
-Si Perú clasificaba al Mundial, ¿su respuesta hubiera sido otra?-Sí. No iba a dirigir, pero me haría cargo del crecimiento del proceso; porque los problemas del fútbol peruano pasan exclusivamente por la formación de los jugadores. Al no clasificar, dije: “Sin la autoridad que me daría la clasificación, esta tarea es imposible”; porque hay que golpear puertas, no solo de autoridades deportivas para que asuman las reformas que hay que hacer, sino también de instituciones del Estado para que le den respaldo a lo proyectado. Hay cosas que para ejecutarlas necesitas un poder que no tienes si no conseguiste resultados.
-¿Contra Uruguay en Lima lo jugó sabiendo que un mes antes, en el Congreso de la Conmebol, Grondona le gritó a Burga: ‘¡Vamos a ver a dónde vas a ir a parar!’, porque no votó aprobando el balance?-Me llegó esa versión, pero después del partido con Uruguay; y preferiría no hablar de eso. Aunque estoy convencido que eso, entre otras cosas, nos dejó afuera del Mundial. Perú en la Conmebol perdió dos grandes batallas: la primera fue con el fixture, injusto, hecho hace 20 años, que condenaba a Perú a estar último en la tercera fecha; la otra fue la forma de designación de los árbitros: Perú propuso que los 10 países arbitraran a los 10 países, y eso se aprobó, pero después no se ejecutó. En la primera designación ya me di cuenta de que habíamos perdido la batalla: si de local con Paraguay te arbitra Pezzotta y de visitante con Chile te toca un boliviano…los que estamos en el fútbol sabemos: ya está, marchaste; y esa es mi calentura: con los que designan los árbitros, no con un árbitro.
-¿Volvería a trabajar en Uruguay?-Creo que es una etapa superada. No me quedan muchos años de trabajo y no creo que surja nada que me entusiasme.
-¿Pasa por lo económico?-No, no, porque acá vinieron entrenadores, y hay entrenadores uruguayos que han ganado muy bien, más que yo en el exterior; así que si ellos lo han podido ganar, yo también. No se trata de eso, sino de que es tu país, y no puedes dar la ventaja que yo doy cuando voy al exterior: de no conocer mucho; capaz que pasa un tiempo, alcanzo un buen conocimiento del medio y me entusiasmo, pero no creo que pase.
-¿La selección uruguaya es un tema pendiente o superado?-Ni quiero hablar de eso. Está fuera de mis cálculos.
-¿Qué vez estuvo más cerca?-Creo que la primera. Dos veces me hablaron formalmente: en enero del 82, un dirigente me propuso dirigir la selección que fue a la copa Nehru, en la India. La noche antes de la designación veo a (Omar) Borrás, que era gerente deportivo de la AUF en el estadio, me comenta que yo era el principal candidato… y no salió; y después hubo otra selección, que dirigió Ildo Maneiro (tras el cese de Luis Cubilla, Eliminatorias del Mundial 94): ahí me llamó un neutral. Yo dirigía a River y Fossati era mi asistente, estábamos entrenando, las radios informaban que los dirigentes habían salido a hablar conmigo y un señor en el Saroldi, que había escuchado, me dijo: “Mire que vienen para acá”; pero al rato ese mismo señor me avisa: “Mire que van para Danubio, a hablar con Maneiro”. Perdí la votación 3 a 2, según me dijo el neutral que me había hablado.
-¿Después no hubo otra?-En el 2003, pero fue diferente. Yo dirigía a Panathinaikos, en Grecia, estábamos concentrados para jugar la Champions contra el Porto de Mourinho y la persona que me llama desde acá me relata cuál era la situación entre los neutrales: dos preferían a un entrenador, dos a otro, el quinto a un tercero; y como no se ponían de acuerdo, yo era un eventual segundo candidato. Como era evidente que ninguno me quería como su primer candidato, dije: con esa inseguridad no se puede agarrar el cargo.
-¿Su mayor logro?-No hay uno, varios; pero a medida que, con el tiempo, el cuerpo se deteriora, uno crece en lo espiritual, lo personal, lo humanitario. Entonces, mi relación con Dios, con Jesús, el intento por tratar de pedir perdón por los errores cometidos, de liquidar las enemistades, de decir “si te lastimé, perdóname”, permite estar en una paz espiritual que crece, y a la vez decrece la vanidad. Antes sentía una especie de orgullo: gané 14 títulos, pasé por acá, fui allá… ya no, ya le gané a la vanidad. Me importa saber que hice un buen trabajo, que me porté bien, que yo no tengo enemigos, aunque sé que algunos me han hecho su enemigo, y tengo esa dificultad, porque hay lados donde me rechazan por lo que alguna gente dice de mí, cosas que no son como las cuentan; bueno, ya está, ojalá Dios y la vida me den la oportunidad de aclarar cosas y hacer ver que uno no es tan malo como dicen que es, pero lo acepto, no tengo rencores, y si en algo procedí mal, pido disculpas. Ojalá pudiera verle la cara a quien dice que yo le hice daño y decirle: “Te pido perdón, hermano”.