Desinflado el salvavidas de la Champions en una de las temporadas más aciagas que se le recuerde al Real Madrid, las tribunas del Bernabéu exigen la llegada de un técnico que amortice sus deudas recientes, esas que machacan el orgullo madridista donde más duele (el Barcelona ya lo supera en clásicos ganados después de 87 años y mantiene su hegemonía en la Liga). La eliminación ante el Ajax es el colofón inesperado de un lustro glorioso.
La ruina de Solari fue no saber gestionar un vestuario pesado. Bajo su mando desaparecieron Marcelo, Isco, Bale y Asensio, tampoco pudo evitar el bajón de Modric, Kroos, Casemiro y Varane. Darle rodaje a Vinicius y a Reguilón fue un triunfo insignificante frente a tantos desaciertos. En su Real Madrid no se detectaron los restos de un pasado feliz con Zidane.
El consenso madridista apunta a iniciar el proceso de sucesión y el nombre que surge como resorte es el de Mourinho. Y el portugués, un encantador de serpientes como ninguno, se deja querer. Su juego estratégico consiste en encauzar su regreso a la Casa Blanca. Si hace unos días dijo que no tenía problemas en volver a dirigir al club de la capital española, ayer dio otro guiño antes del desastre: “Trabajar en el Real Madrid fue único y diferente al resto. Hicimos cosas fantásticas”.
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En las encuestas que abundan ya en todos los medios de Madrid, la opinión de los hinchas está dividida. Los que quieren el retorno de ‘Mou’ ganan por poco, aunque en las casas de apuestas el luso es el virtual ganador en el ‘face to face’ con Pochettino o Allegri, sus rivales más cercanos.
¿Puede Mourinho cambiar la dinámica derrotista del Madrid? Sin duda. No existe hoy entrenador que calce mejor en la filosofía madridista que ‘Mou’. Tanto el club como el portugués comparten el mismo dogma: el culto por la victoria. El periodista italiano Sandro Modeo explicaba la compatibilidad entre ambos en su libro “José Mourinho: el entrenador alienígena” previo al matrimonio del 2010. “Una sociedad que no pide –como hace en cambio el Barcelona– que haya que adaptarse a una escuela tacticoestética preexistente es lo que más congenia con Mourinho, que se caracteriza por tener unos métodos y una adaptabilidad de su juego únicos”.
Aunque ‘Mou’ se despidió del Bernabéu luego de una tercera temporada mala –no ganó nada después de una Copa del Rey, una Liga y una Supercopa en sus dos primeros años de gestión–, hay dos factores que hacen factible una nueva sociedad exitosa: ya no tiene en el horizonte español al Barza de Guardiola (el de Valverde no es un cuco) ni tampoco hay en el vestuario, salvo Ramos, enemigos del pasado (ya no están Casillas, Pepe o Cristiano).
Los críticos del luso recuerdan su reciente fracaso en la Premier –no es coincidencia que Pep tuviese culpa en ello con su City–; sin embargo, no existe técnico que coincida tanto con el pragmatismo ganador del Madrid. En el Bernabéu se pondera la victoria por encima de cualquier ideología futbolística. ‘Mou’ es un experto en ello.
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