En medio de numerosas atenciones del equipo de prensa de Conmebol, logramos subir a una sala de reuniones de un hotel de San Isidro. Era setiembre del 2016 y Alejandro Domínguez, presidente recién electo en aquel entonces, nos recibía para explicarnos sus planes con esta entidad continental. Sonreía este directivo paraguayo, el saco gris, la cabellera roja escapándose de las primeras canas. Aún vivíamos la onda expansiva del ‘Fifagate’ y ante la consulta sobre una de sus amistades más conocidas, Domínguez hizo un gesto de sorpresa: quería que la entrevista se terminara antes de tiempo.
Le consultamos por Juan Ángel Napout, ex presidente Conmebol y hoy condenado a nueve años de prisión por recibir más de tres millones de dólares en sobornos para otorgar derechos de transmisión. “Sí es mi amigo, pero hace mucho que no hablo con él”, dijo muy breve un fastidiado Domínguez. Días después, recibimos comunicaciones por distintas vías del mismo equipo de prensa que nos trató con tanta cordialidad antes del diálogo con el dirigente guaraní. Nos preguntaron por qué titulamos con algo tan controversial. Con total respeto, respondimos que consideramos periodístico hacer indagaciones sobre un directivo que, en aquel 2016, aún enfrentaba un juicio en Nueva York. Nunca más nos escribieron ni respondieron comunicaciones. Hay sucesos que los entiendes después de que pasan muchos meses (o años).
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En el último fin de semana, con la suspensión de la final de la Libertadores entre Boca Juniors y River Plate, nos quedaron muchas sensaciones entre la decepción y bronca. Y el papelón de la Conmebol toma protagonismo en esta permanente desazón. La institución que decide el presente y futuro del fútbol de este continente puso en evidencia que no sabe manejar crisis y que su liderazgo, contra lo que quieran proyectar, está totalmente debilitado.
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Las redes sociales, y el mismo Domínguez en declaraciones a las grandes cadenas, anunciaban algo y luego ellos mismo se desmentían. En lugar de dejar una imagen intachable de líderes firmes las cabezas de la Conmebol se presentan ante nosotros como señores de terno y corbata que, antes de preocuparse por recuperar el fútbol continental, más están esperando su próxima reelección. A Domínguez, en sus últimas apariciones en Argentina, se le vio molesto, tratando de buscar las palabras indicadas en el escenario más adverso. Era el mismo rostro que vi hace tres años.
Estamos ante la hora más difícil de este grupo dirigencial sudamericano después de la salida de Napout. Desde Conmebol, en la previa del superclásico frustrado, anunciaron que se iba a votar en bloque a favor de la permanencia de Gianni Infantino en la FIFA. Infantino buscará mantenerse en el cargo en seis meses; Domínguez hará lo mismo a finales del 2019. Ya el fútbol dio muchos mensajes a los dirigentes que desean perpetuarse en sus sillones. Unos están encarcelados en una celda de Nueva York, otros caminan libres, pero ya comienzan a verse como presos. Presos de ambición.