Hay algo que aprendió Alianza Lima en los últimos años y es a ser fuerte. A estar por encima de toda situación que lo rodee. Acaso la experiencia de su plantel, quizás el corazón de los referentes del equipo, tal vez los sentimientos de cada uno o el apoyo masivo de una hinchada que hizo de Matute su casa cada vez que la blanquiazul se presentaba.
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Y ya no da miedo que Alianza dependa de sí mismo –esta vieja burla pasó al olvido–, gracias a la inteligencia de ‘Chicho’ Salas para plantear los partidos, a la presencia de Hernán Barcos en área contraria, a la entrega de Josepmir Ballón, al talento de Jairo Concha, a la tranquilidad de Gino Peruzzi, y así con cada uno.
Porque este Alianza es uno solo. Porque este Alianza que llega a la final también vive por su reserva (le entregó dos puntos en el acumulado, con lo que llegan a la final directa), vive por su hinchada, vive por sus colores.
Porque depender de sí mismo ahora significa que se puede lograr. Tras la salida de Bustos, Alianza recuperó ese sentimiento competitivo. Tenía que ganar en la altura y fue a Cusco y Ayacucho y así lo hizo con todo el drama que se dio -con Barcos terminando de arquero-. Grau jugó para los íntimos, y los íntimos agradecieron el gesto ganando lo que le tocaba ganar. Y ante ADT no podía ser la excepción.
Y nuevamente Alianza depende de sí mismo para lograr el bicampeonato. Espera en la final por Cristal o Melgar, y espera tranquilo porque hay un equipo en el que sus hinchas confían. “El equipo se unió, se comprometieron”, es lo que destaca Salas. Y es lo que hoy es Matute: un solo puño.
—Todo cambió—
Hay momentos claves, decisiones que se toman y dan la vuelta a una historia. Alianza celebra, cuando solo hace un par de meses parecía que los fantasmas llegaban a casa. No fue un buen inicio de año, con caídas en la Copa Libertadores y tumbos en el Apertura (10 victorias, tres empates y cinco derrotas), pero parecía recuperar la memoria en el Clausura, ganando de visita y sumando cada fecha, pero el juego no era garantía.
Fue a fines de agosto que algo andaba mal: tonto empate en Cajamarca (penal sobre la hora de Fuentes), terrible derrota ante Universitario en el clásico en Matute, y horrible 0-0 ante Cantolao en casa.
El pedido popular se escuchó en Matute y Carlos Bustos dejó el cargo. No era difícil elegir al sucesor: ‘Chicho’ Salas está siempre dispuesto a ayudar (lo hizo en el 2020 cuando dirigió en la victoria ante Melgar).
Y en este Clausura, en nueve partidos que dirigió, ganó ocho (solo perdió ante Vallejo en Trujillo), pero más que resultados, lo que logró Salas es recuperar el optimismo.
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