El especial en youtube con los goles de Beto da Silva en Sporting Cristal dura 4 minutos y 11 segundos. Aunque no toma en cuenta los dos goles que marcó en la temporada 2014, muestra los seis que convirtió en el 2015, cuando era un ‘tanquecito’ con el DNI recién estrenado, y los especialistas veían en él una versión auroral de Flavio Maestri, sazonada con la potencia avasalladora del Mauro Cantoro del Apertura 98.
Seis años, ocho clubes y cinco países después, esos 4 minutos y 11 segundos es lo mejor que puede mostrar, a los 24 años, Beto da Silva de su trayectoria futbolística. Desde el 2017 solo ha jugado nueve partidos. Una recatafila de lesiones lo ha obligado a pasar más tiempo con los médicos que en un campo de juego. Ello, sin embargo, no le ha impedido jugar o, mejor dicho, ser parte del PSV y su filial, Jong (Países Bajos), Gremio (Brasil), Argentinos Juniors (Argentina), Tigres y Lobos BUAP (México), Deportivo La Coruña (España) y, el año pasado, de Alianza Lima, cuya administración hizo un fuerte desembolso de dinero para adquirir un porcentaje de su carta-pase.
Como tienen muy presente los hinchas blanquiazules, durante la temporada en que su equipo descendió a la Liga 2, Da Silva jugó poco, no hizo goles y se volvió a lesionar.
A pesar de su decepcionante 2020, el delantero jugará este año la Copa Libertadores, luego de que se anunciara su cesión a préstamo a la Universidad César Vallejo. Como es uno de los jugadores mejor pagados del fútbol local, ha trascendido que su salario será abonado entre los íntimos y el club de la familia Acuña.
No conozco al empresario que maneja la carrera de Da Silva, pero su capacidad de convencimiento debería ser motivo de estudio por las principales universidades del mundo. Su genialidad para abrir puertas en el negocio futbolístico no tiene parangón.
Nadie como él para hacer de 4 minutos y 11 segundos una poderosa carta de presentación sin fecha de caducidad. Es un crack.