Hace diez días los resultados fueron lo de menos en la Liga española. Horas antes del duelo entre Atlético Madrid y Deportivo La Coruña, hinchas radicales de ambos equipos se enfrascaron en una violenta pelea, a consecuencia de la cual un hincha gallego murió.
No solo se activó la indignación sino también los diálogos y la búsqueda de caminos para evitar más tragedias. El Ministerio del Interior español anunció ayer el cese de los coordinadores de seguridad de ambos equipos, que eran dos policías encargados de evaluar el riesgo de actos violentos antes, durante y después de los partidos.
El ministerio asumió su parte de culpa, pero no eximió de ella a los clubes. Acusó al Deportivo de no haber dado información adecuada y de haber entregado 110 entradas a sus hinchas ultras “sin conocimiento de la policía”. Y aseguró que la próxima semana entrará en vigor un nuevo protocolo de seguridad destinado tanto a las fuerzas del orden como a los clubes.
Tenemos, pues, a funcionarios que se sientan a la mesa a dialogar, señalan responsabilidades y proponen vías de salida.
Aquí, en cambio, tenemos a un ministro que quiere pasar a la historia como el que ‘acogotó’ y sacó a Manuel Burga de la FPF, que es quizá algo que queremos casi todos pero no pisoteando y evidenciando abusivamente el poder que, sin duda, tiene.
Porque está bien que Daniel Urresti exija a los clubes que, en adelante, se preocupen de brindar seguridad dentro del estadio. Pero no está bien que, histriónico hasta la lástima, diga que los días de fútbol colgará en las comisarías un cartelito que diga que no hay atención a la ciudadanía porque están todos cuidando a los bárbaros que van a la cancha. Ni tampoco en la víspera porque estarán haciendo labor de inteligencia. ¿Tan desguarnecidos estamos? ¿Tan fácil claudica ante una minoría de salvajes?
Los aficionados que somos mayoría y acaso los dos clubes más serios del medio -Cristal y Aurich- se habían venido perjudicando con esta intemperancia. El diálogo llegó anoche y, con ello, los primeros acuerdos. Que se haga costumbre y no excepción.