Christian Cueva es capaz de torear al más bravo Gustavo Gómez. Una finta, un pase o simplemente poner su 1.70 y soportar el peso de la camiseta. Es que el 10 peruano sigue siendo ese jugador que mejor representa a la Bicolor y su historia, ese juego pícaro que enamoró en el mundo, el talento que hace que nos miren, el atrevimiento que nos impulsa siempre.
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No es el ‘Cholo’ Sotil ni los goles de Cubillas. Tampoco el arte de Challe o la potencia de Perico. Pero Cueva es un jugador de los 70. La pisa, la domina, la toca suave. Hace que por momentos parezca que el fútbol se juega en cámara lenta, donde solo su capacidad de pensar la jugada es lo realmente veloz.
Porque los 100 metros del Monumental se vieron con la losa del barrio donde crecimos. La pisa como en la pista de la calle donde molestábamos a los vecinos, encara como en el viejo parque sin pasto de la vuelta de la casa. La pelota al 10 dicta una máxima en el fútbol. La pelota a Cueva se traduce en la selección peruana.
La selección aún es ese equipo que vende camisetas de Guerrero y Lapadula -la 9 manda entre las espaldas de los hinchas-, pero en el fondo todos quieren ser como Cueva, divertirse como él. Más de 20 mil hinchas lo aplaudieron, millones juegan a ser él.
“Con Cueva es otra cosa”, dice un niño que parece entender mucho del juego, “Denle a Cueva, denle a Cueva”, grita la señora de los selfies. Fue la noche de ‘Aladino’, quien, sin mucha magia, solo con su fútbol volvió a ser el 10 que tanto queremos.
Los hinchas
El juego
La habilidad para encarar entre dos hombres, para hacer una huacha con pisadita incluida, para meter un pase largo de tres dedos. Es Cueva el dueño del fútbol, es Cueva y la picardía del fútbol nacional. Es ese que hace que los hinchas se pongan de pie.
Y lo entiende bien Aquino y Cartagena. Lo buscan Canchita y López, se le acercan Valera y Succar. Lo aplaude Juan Reynoso. Cueva es el distinto en la selección -y no hay luces de alguien que lo alcance-. Hoy la selección es la cabeza de Reynoso, el pulmón de Aquino pero sobre todo el talento de Cueva.
Ingresó en el segundo tiempo para hacer olvidar el primero. Reynoso experimentó con José Rivera por derecha y no le salió bien, repitió con Bryan Reyna y cumplió, apostó por Carlos Ascues y respondió y al parecer quiere consolidar la dupla Aquino-Cartagena, figura de doble 6 que vuelve a repetirse en el once.
Pero la presencia de Cueva hizo que todo cambie. Tres dribles exitosos, ganó 7 de 11 dividas y logró un 72% de pases acertados. Cifras para ser la figura del encuentro con solo 45 minutos. Cifras para calentar a los rivales y generar la bronca de los rivales -hubo hasta dos grescas en el encuentro-.
Hemos disfrutado de un gran Cueva en el 2016-17, en años en los que no se encontraba en el mundo. Hoy, asentado en Arabia Saudí, parece que tenemos una versión mejorada.
Es que en el Monumental de la U ovacionaron al jugador que hace unos días celebraba en Matute. Es la Bicolor une colores y sentimientos. Y Cueva los transforma en amagues y pases gol. En huachas y tacos. En el juego que nos identifica.
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