Aunque tiene edad de jugador consagrado (24 años), Bryan Reyna acumula apenas 115 partidos en su carrera, 45 de ellos en primera división (todos con la Academia Cantolao). Llamarlo ‘joya’ con su edad -y su pasado en la tercera de España- es impreciso. Y excesivo.
ENTREVISTA: “Reynoso es superdirecto. No me sorprendió su exigencia, vivo afuera y los que quieren grandes cosas son así”
Fue joya hace ocho años, cuando el profesor Luis Bolaños lo vio en un partido de quinceañeros con la camiseta del Boys y apuntó su nombre. O semanas después, convertido en un integrante de la Sub 17 que dirigía el querido Juan José Oré. O cuando se marchó a España para enrolarse en los juveniles del Mallorca. En ese entonces era una joya. Sus malos pasos lo transformaron en ‘joyita’.
Cuentan quienes lo conocen que Reyna ha cambiado, que al fin ha decidido tomarse el fútbol -y la vida- en serio. A fines del año pasado pareció que su final estaba definido tras ser intervenido por la policía con Yuriel Celi, su compañero de aventuras y otra ‘joyita’ de futuro incierto. Ambos fueron acusados de presunta posesión de armas y drogas, y permanecieron detenidos durante cinco días.
Historias como la suya abundan en el mundo del fútbol. Quizás la mayor fortuna del extremo del cuadro punteño es haberse encontrado en el camino con Juan Reynoso, un tipo trabajador, obsesivo hasta el cansancio y que no aguanta pulgas. Casi no hay jugador que haya pasado por sus equipos que no hable bien de él. Hace un par de días Piero Alva y Miguel Ángel Torres me lo confirmaron. También coinciden que con el ‘Cabezón’ no se juega. Es generoso para extender la mano, pero a cambio exige esfuerzo y disciplina. Si se la quiebran, la historia terminó.
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Pese a los cuatro tantos ante El Salvador -dos de penal y un autogol-, la selección aún arrastra dos taras peligrosas: su pobre capacidad para generar peligro y su falta de contundencia. Sin Paolo y Jeffry que maquillaban esas carencias, Lapadula es pura voluntad, pero no siempre alcanza (ya lo comprobamos ante Australia). Y cuando Carrillo y Cueva están ausentes, el juego se transforma en una sucesión de pasecitos intrascendentes hasta hundirse en la medianía.
La presencia de Reyna abre el abanico ofensivo. Es valiente, tiene gambeta, velocidad y, lo más importante, no recurre al facilismo del juego lateral, en el que tantos navegan sin apremios. Más que de sus pies, su futuro profesional depende de su buena cabeza. Y que con la blanquirroja sobre el pecho se deje guiar por el buen ‘Cabezón’.
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