¿Tiene sentido vender mi empresa ahora si el próximo año las ventas van crecer? ¿Es posible que ganemos una nueva cuenta que venimos persiguiendo hace meses?, ¿no será mejor esperar a ganar ese concurso antes de vender la empresa? ¿Está en los planes invertir en una nueva línea de producción?, ¿no me pagarán más por la empresa si la vendo después de esa inversión? Además, el mercado está creciendo sostenidamente, ¿no debería aprovechar ese crecimiento antes de vender la empresa? Y la lista puede continuar sin fin.
Al final del día la pregunta es: ¿cuál es el mejor momento para vender una empresa? En principio, esto va a depender de dos cosas: cómo le está yendo al negocio y cuál es el apetito del mercado en ese momento por un negocio de esas características.
Sobre lo primero –cómo le está yendo al negocio–, es relativo. A un negocio le va bien o mal según cuál ha sido su desempeño en el pasado y cuál se espera que sea su desempeño en el futuro. El pasado es conocido y el futuro es siempre una apuesta. Lo cierto e inamovible es que el mejor momento para vender una empresa es justo cuando está en su mejor momento. Esto es así porque, por definición, después del mejor momento de la empresa, solo puede venir un desempeño que ya no será tan bueno y, por lo tanto, su valor empezará a decrecer.
Lo segundo –cuál es el apetito del mercado en ese momento– solo se puede conocer contactando a los interesados potenciales en comprar el negocio e iniciando un proceso que conduzca a recibir ofertas de compra. Cada una de estas ofertas tendrá un precio y, si ese precio es alto, significará que el apetito por negocios en esa industria y país es también alto. No hay pues otra manera para conocer el interés por invertir en una industria específica. Hay que tocar puertas y recibir las ofertas.
En suma, entonces, el mejor momento para vender es cuando una empresa está en su mejor momento y tanto la industria como el país se encuentren en la senda del crecimiento económico y la estabilidad política y social. Es decir, cuando más le va a doler a sus dueños desprenderse de su negocio.