En la última lista Forbes de las mujeres más poderosas del mundo en los negocios, Mary Barra, presidenta y directora ejecutiva de General Motors, ocupa el primer lugar.
No solo eso. En el ranking de las mujeres más poderosas en todas las esferas de influencia, la estadounidense está en la quinta posición, después de Ángela Merkel, Theresa May, Melinda Gates y Sheryl Sandberg.
Otras publicaciones como Fortune o Times, también la han situado en las más altas esferas. Algo que difícilmente se habría imaginado cuando entró a trabajar a General Motors (GM), a los 18 años.
En esa época supervisaba partes del capó de los automóviles para pagar sus estudios en el General Motors Institute (actualmente Kettering University).
Después de graduarse como ingeniera eléctrica, Mary Teresa Makela se casó con Tony Barra, cambiando su apellido por el de su esposo. El paso siguiente fue estudiar Administración de negocios en la Universidad de Stanford y regresar a GM a poner en práctica sus conocimientos.
Al poco tiempo la nombraron directora general de comunicaciones para América del Norte y luego jefa de una planta de ensamblaje de Detroit-Hamtramck, Michigan. A partir de entonces, su ascenso en la firma ya no se detuvo.
Fue responsable de las áreas de ingeniería de manufactura, recursos humanos y desarrollo de productos, antes de asumir como presidenta y directora ejecutiva de la empresa en enero de 2014, cuando se convirtió en la primera mujer en la historia al mando de un gigante automotriz de escala global.
No parece tan extraño que Mary Barra se dedicara al mundo de los autos. Primero, porque creció en Michigan, la cuna de la industria automotriz estadounidense. Y segundo, porque su padre, Ray Makela, trabajó en la planta de automóviles Pontiac por 39 años.
Quienes la conocen dicen que tiene grandes habilidades comunicativas y que sabe equilibrar las destrezas técnicas, con las sociales.
“En las reuniones, ella te escucha”, le dijo a la BBC Robert McMahan, presidente de la Universidad de Kettering, cuando recién la nombraron en el cargo.
En medio de una crisis
Su llegada a la cúspide se produjo en medio de una gigantesca crisis en la empresa.
Barra tuvo que pedir disculpas públicas por las graves fallas de seguridad que habían presentado algunos de los modelos más vendidos, un escándalo vinculado a decenas de muertos y heridos, que obligó a la empresa a pagar US$2.500 millones en penalidades, compensaciones y acuerdos legales.
“Mis sinceras disculpas a cualquiera que se haya visto afectado por esta situación, especialmente a las familias y amigos de los que perdieron sus vidas”, dijo en abril de 2014, cuatro meses después de haber asumido el cargo.
Le tocó enfrentar duros interrogatorios de los congresistas estadounidenses y batallas legales con los abogados de las víctimas.
Tuvo que explicar por qué la empresa —durante cerca de una década— no había reaccionado a tiempo frente al grave defecto en el sistema de ignición de los vehículos que provocaba que el motor de los autos se apagara.
Al mismo tiempo, tuvo que supervisar el retiro del mercado de miles de vehículos, e intentar levantar la dañada imagen corporativa frente a una opinión pública cansada de escuchar excusas.
Terminado el peor momento de la crisis, la ejecutiva se dedicó a buscar caminos para aumentar la rentabilidad de la compañía y enfrentar la feroz competencia de sus rivales.
Un futuro eléctrico y autónomo
Hacia fines de 2017, GM anunció que la compañía cree en un futuro “completamente eléctrico”, con la mira puesta en un mercado global, pero especialmente en China, su principal mercado.
Su objetivo es liderar el mercado de los autos eléctricos no lujosos y para eso, ha destinado millones de dólares en el desarrollo de nuevos modelos.
En paralelo, Barra, al igual que todos los rivales de su sector, ha promovido el financiamiento de gigantescos planes para fabricar vehículos autónomos (sin conductor).
Tras adquirir la startup tecnológica Cruise Automation, que se dedica específicamente al desarrollo de este tipo de autos, GM comenzó a realizar pruebas con su modelo Bolt EV, que no tiene volante ni pedales.
Pero la competencia es más tenaz que nunca, dado que no solo los tradicionales gigantes automotores están tratando de liderar los “automóviles del futuro”, sino que también —y desde hace años— las grandes compañías tecnológicas se han sumado a la lucha por dominar uno de los mercados con mayor velocidad de crecimiento.
Y ese es el nuevo escenario donde Mary Barra tendrá que dar la pelea.