Volar en el Perú ha sido y será una de las tareas más difíciles para los pilotos de cualquier país. Una geografía extrema como la peruana -lluvia, calor, vientos, altura- es capaz de retar a la mejor aeronave del mundo y llevarla al límite de su capacidad en cuestión de minutos. Eso, que puede atemorizar y que de hecho es tomado como un problema, ha impulsado también a la industria local y, aunque cueste creerlo, la ha llevado a liderar el mercado internacional cuando la aviación estaba en pañales.
Así, entre los años 30 y 70 del siglo pasado, décadas de hazañas aéreas como las del empresario Howard Hughes [cuya vida fue llevada al cine con la película El Aviador], cuatro aerolíneas peruanas hacían lo propio y conquistaban Sudamérica, y luego Norteamérica y Europa, con la confianza que les daba volar en nuestro país.
Esas líderes fueron Faucett, Panagra, PIA y APSA. Vale la pena acotar que pese a su éxitos, sus historias no estuvieron exentas de tragedias y fracasos, pues perdieron naves en la jungla y la cordillera, y quebraron a pesar de su poder inicial.
Faucett y Panagra
Se trata de las primeras líneas aéreas en volar al exterior entre las décadas de los 40 y 50. Ambas comenzaron con rutas chárteres hacia los países vecinos casi en paralelo, pero fue Panagra, creada con capitales nacionales y estadounidenses, la que se convirtió en la compañía más importante de la región.
Según el libro “Líneas aéreas de Latinoamérica”, escrito por R. E. G. Davis, Panagra llegó a volar a toda América del Sur y parte de Estados Unidos con cinco centros de conexión: Lima, Santiago, Buenos Aires, Bogotá y Medellín. Era tal el poder de la aerolínea que colaboró con la compra e instalación de los instrumentos de aterrizaje y las luces de aproximación en el aeropuerto Jorge Chávez, lo que permitiría que este reciba vuelos nocturnos.
Panagra fue, también, la primera que desarrolló un sistema para pronosticar el tiempo y la primera en equipar sus aviones con radares en una época en que era común volar confiando solo en la pericia de los pilotos.
A finales de los 60, mientras Faucett, su rival de toda la vida, ultimaba sus preparativos para volar a Miami, Panagra era adquirida por Braniff en US$30 millones. Entonces, la compañía operaba en el Perú, Panamá, Colombia, Ecuador, Bolivia, Chile, Argentina y Estados Unidos, con 62 naves.
PIA y APSA
Pese a que apenas duró tres años, de 1946 a 1949, Peruvian International Airways (PIA) se posicionó como la segunda línea aérea más importante de la región. El capitán E.P. Alberto Fernández-Prada reseña en su libro “La aviación en el Perú” que fue pionera en hacer vuelos internacionales con itinerario de Lima al sur y centro de América, Estados Unidos y Canadá.
Parece que los accionistas de PIA se entusiasmaron con la rápida acogida de su empresa, y duplicaron su capital de US$4 millones a US$8 millones en 1947. No pudieron afrontar el riesgo y quebraron, no sin antes ser la primera compañía peruana en aterrizar en el que sería después el famoso aeropuerto JFK de Nueva York.
No le fue mucho mejor a APSA, que ni con las naves más rápidas del mundo y sus rutas a Londres, París y Madrid se salvó de la bancarrota en 1971, tras endeudarse por US$22 millones. Fue un final que, lamentablemente, se repitió luego con Faucett y AeroPerú, historias de las que hay que aprender.