Luego de escuchar a Donald Trump anunciar que Huawei estaba dentro de la lista negra estadounidense y Google dijera que iba a obedecer y no se actualizaría Android en dichos teléfonos, los marketeros y consumidores se asustaron: ¿era este el fin para Huawei? Los programadores de software, empero, no estaban tan asustados.
► Samsung cambia móviles Huawei por Galaxy S10 ante crisis por 'guerra comercial'► Huawei: Cuán grande es la presencia de la firma china en América Latina► Fundador de Huawei: “Apple es mi maestro. ¿Por qué me debería oponer a mi maestro?”
Si Android fuera un sistema propietario como los que propulsó por muchos años Bill Gates, es decir creado con códigos y recetas cerradas, la muerte era inminente, porque tendrían que empezar desde cero a crear un nuevo sistema. Pero Android fue construido en un ecosistema libre, ideado por el antagonista de Gates, por lo tanto, comprometer a los desarrolladores para armar otro sistema libre muy parecido al de Google es relativamente sencillo: lo complicado será volverlo popular. La herida es muy grave, pero no mortal
Hay peleas, cargadas de pasiones, que están lejos de las canchas de fútbol, pero generan ese mismo sentimiento de pertenencia que se abraza desde chico y se lleva a la tumba. Aunque parezca increíble para contadores o economistas, eso ha sucedido en los últimos treinta años entre los desarrolladores de software, quienes eligen entre un equipo u otro y lo defienden a capa y espada.
Esta intensa batalla sobre la forma en que deben o no crearse los códigos del software -libre o propietario- ha marcado la ganancia o pérdida de miles de millones de dólares y un mejor puesto en el ránking global de Forbes. Ser libre o propietario lo define todo.
Esta guerra no empezó dentro de una gigante tecnológica que veía venir el invierno, sino en un garage, cuando unos estudiantes soñaban con grandes revoluciones de consumo. Un joven delgado con gafas, Bill Gates, creía fervientemente que el trabajo de programar una computadora era algo que debía ser reconocido como propiedad intelectual y había que pagar si se quería replicar. Lo usual es que eso no ocurriera y solo se vendiera el equipo final, no el proceso para hacerlo andar. Gates se volvió desde entonces el abanderado de cobrar por cada línea de código.
En Internet circula una carta de Gates escrita el 3 de febrero de 1976, cuando hacer sofware era más que todo un hobby, no un producto pagado. Esta carta es el inicio del reinado de Microsoft en las PC. Ahí dice que él y sus socios se han pasado un año programando y eso no es un hobby, es una actividad que vale más de US$40 mil y lo justo sería que se les pagara.
¿Por qué se paga por el hardware pero el software se comparte? ¿Quién se puede permitir el hacer una labor profesional a cambio de nada? reclamaba. Y atendiendo a estos principios logró que en 1980 IBM usara su software en sus computadoras y les pagara por el desarrollo.
Gates salió a evangelizar y triunfó. En 1985, cuando era uno de los solteros más codiciados del momento, lanzó Windows y desde entonces fue escalando y llegó a convertirse (hasta hace un par de años) en el hombre más rico del mundo con US$90 mil millones en su haber. Para el 2002 su empresa facturaba US$28 mil millones y no paró de crecer hasta el 2009 (US$58 mil millones) cuando surgieron iPhone y Android y tuvo una primera leve caída que no impidió que llegara a US$93 mil millones en el 2015.
Sus antagonistas también surgieron en las aulas universitarias del siglo pasado. En 1980 un regordete con una abultada barba judía, apodado “loco” Stallman, quería ir contra corriente y fundó la Free Software Foundation. Para 1983 Richard Stallman había creado el proyecto GNU, pero fue recién cuando lo juntó con Linux, creado por Linus Torvalds en 1991, que se forjó la daga triunfal.
Linus Torvalds creó un sistema operativo basado en una versión libre muy similar a Unix, que utilizaba las supercomputadoras de IBM desde 1960. Linus estudiaba computación de la Universidad de Helsinki (Finlandia), cuando decidió, sin ningún ánimo de ganar dinero, por hobby, crear un sistema muy potente.
Su filosofía era contraria a la de Gates y optó por dejar el código a libre disposición de otros programadores, quienes podían ayudar en su continua mejora. De hecho cualquiera puede alterar una parte de Linux, modificarlo y hasta comercializarlo, pero no cerrarlo al resto.
Al principio pocos les hacían caso. Stallman recorrió el mundo -incluido el Perú- evangelizando. “Poner patentes a licencias sobre el software es como poner patentes sobre las recetas culinarias. Nadie podría comer a menos que pagara por la licencia de la receta”, repetía. “Nadie, ni siquiera Beethoven, podría inventar la música desde cero”, aclamaba. Y aun cuando sus apasionados seguidores se fueron elevando, Gates no tuvo miedo.
En 1999 Bill Gates aseguró que no eran una amenaza real para Windows, que gozaba de más del 90% del mercado. En 2002 luego de que IBM y Dell dijeran que iban a incorporar Linux en sus máquinas, Gates, reiteró que “el efecto del sistema operativo gratuito será limitado y no suplantará a Windows”.
Pero el universo del software es como el “Juego de Tronos”: o reinas o mueres. No hay lugar para dos reyes, cada uno con 50% de la torta. Fue Google, en el 2009, quien dio la estocada final al decidirse a usar código abierto para crear un sistema operativo móvil tan simpático como el del iPhone.
En paralelo, en el mundo corporativo, unos chicos de zapatos y sombrero rojo -Red Hat- avanzaban desde 1993 sin mucha bulla ofreciendo el servicio de adaptar Linux a las soluciones empresariales a la mitad del costo del software propietario.
Las cifras hoy, hablan solas. Android, un sistema de código abierto, tiene el 90% del mercado de smartphone, dejando al iPhone el resto, pues Windows desistió luego de intentar, sin éxito, un espacio en los móviles. Google (o Alphabet) eleva los ingresos a golpe de 20% en promedio por trimestre y ya en el 2015 era considerada la empresa más valiosa del mundo (US$520 mil millones).
Linux es, de lejos, el sistema operativo más usado y según la consultora IDC, el ecosistema de Red Hat Enterprise Linux, por el lado corporativo, contribuirá este año con más de US$10 billones en ingresos, lo que equivale a impulsar casi el 5% de la economía mundial.
Para el 2023 se prevé que Red Hat junto a sus socios obtendrán ingresos superiores a los US$135.000 millones. No en vano IBM los acaba de comprar por US$34 mil millones. Pero la cereza de la torta es que Microsoft, ya sin Bill Gates, se unió a sus antiguos antagonistas y ahora usa código abierto. Si no lo hiciera, le sería imposible sobrevivir con tarifas competitivas.