Alfredo Chang Chong, presidente del directorio del Grupo Calimod, migró al Perú a los nueve años junto a su familia y, desde muy joven trabajó con zapatos en diferentes empresas como medio para ayudar con los ingresos familiares y luego, gracias a su curiosidad y persistencia, llegó a ser socio de la empresa Juan Leng Delgado, con la que inicia el Grupo Calimod.
Llegó al Perú con nueve años e inició trabajando en una fábrica de calzado hasta que aprendió del negocio, ¿cómo fue ese proceso?
Tuve que empezar a trabajar en una fábrica de zapatos a los 18-19 años y a estudiar en el turno vespertino cuarto y quinto de secundaria. Estudiaba y trabajaba en esta fábrica.
Inicié en el almacén, pero siempre quise atender el negocio porque mi padre tenía una bodega y mis paisanos tenían sus negocios. Incluso, casi pierdo un dedo por tratar de aprender sobre la fabricación de calzado.
Fui afortunado de ingresar a la universidad, pero no podía trabajar porque tenía que estudiar y el Sr. Wong, un amigo de mi padre, me ofreció trabajar en su fábrica ya que no recibíamos ingresos, pero me dio carta libre de ir cuando pudiese y el tiempo que pudiese.
Siempre tuve ese compromiso y responsabilidad de cumplir con el trabajo y, a los 7 meses, el señor compró otra fábrica y me pidió que lo acompañara. Yo tenía los años de experiencia de haber trabajado desde que estaba en la secundaria y los meses que me vio trabajar, así que me llevó de asistente de gerencia.
Al año siguiente me promovió porque era su segundo y empezaba a ver todo el negocio, desde la producción, compra, venta... tenía la confianza del señor Wong.
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¿Cómo le ofrecieron ser socio de la empresa Juan Leng Delgado?
Como parte de mis labores iba a la “curtienda”, tenía alrededor de 24 años. Iba a negociar y me veía con el señor Paulo Jop. Conversábamos bastante y nos hicimos amigos pese a la diferencia de edad.
Pasó otro año y Jop me ofreció acciones si iba a trabajar con ellos para reemplazar a un socio que había renunciado.
El señor Wong ya me había ofrecido un porcentaje de acciones en la empresa donde trabajaba así que conversé con él porque fue quien nos apoyó en los tiempos difíciles.
Finalmente, me dijo que acepte la oferta que me ofrecían pues tendría más oportunidad de desarrollarme con el señor Paulo Jop. Le agradecí y en enero de 1977 empecé en esta fábrica que hasta ahora mantiene el nombre de Juan Leng Delgado. Ya tenía 26 años y entraba al sétimo ciclo de la universidad.
Desde entonces, ¿cuál ha sido la mayor dificultad que ha tenido que enfrentar y cómo la ha sorteado?
Durante la pandemia. En el 2020 las fábricas, las empresas y las tiendas tenían que cerrar, no teníamos venta. Se planteó el tema no solo económico sino humano. Teníamos unos 700 trabajadores y muchos con 10, 15, 20 años con nosotros, ¿cómo decirles sobre la suspensión perfecta?
Me reuní con la jefatura y todo el personal y les hice ver el plan que tenía. Íbamos a aguantar todo lo que se pueda y pagar a las personas, pero prescindiríamos de las que tenían un contrato por vencer.
Les expliqué que éramos un barco que tenía que atravesar una tempestad, si el barco estuviese cargado, se hunde. Teníamos que atravesar esa tempestad y, cuando llegáramos, la idea era volver a acoger a las personas.
Fueron meses muy difíciles, al dinero se le sumaba la enfermedad.
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Hoy la empresa tiene presencia en todo el país y da trabajo a cientos de personas, ¿cómo lograron este crecimiento?
El señor Jop confió mucho en mí. Antes éramos una empresa “seguidora”. Un día le planteé convertir la empresa en líder y no en seguidora. Ambos coincidimos en que había un nicho en el mercado que desarrollar.
La motivación no se da una sola vez en que se te prende la luz, sino con el trabajo continuo que uno va agregando. Al inicio puede ser un tema económico, pero luego es querer ser algo importante, una marca propia.
¿Cómo tomó la distinción de Líder del Cambio?
Fue una sorpresa, nunca pensé que iba a ser reconocido porque hay empresarios con tanto nivel y yo vengo de abajo. Realmente fue una grata sorpresa.
Recién después de reunirnos todos los empresarios LEC en El Comercio sentí que en todos estos años que he trabajado, salvo el personal que siempre me agradece, nadie había reconocido lo que he conseguido.
Lo que he ido logrando es porque he tenido muy buenos amigos que me han ido apoyando en el camino, he sabido escucharlos y poner en práctica sus consejos. Hay muchos anónimos que trabajamos con el fin de sacar adelante nuestras empresas y desarrollarlas junto con los trabajadores.
Esta es una forma de estimular a los empresarios para que en nuestro país no solo se piense en uno mismo, sino en los demás. El Perú tiene muchas cosas buenas y necesitamos empresarios y profesionales de todo nivel que lo miren fuerte, bueno, honesto y tranquilo.
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¿Qué define a un líder?
Lo primero es la integridad. Cómo alguien puede decir algo si no lo practica. Hay que tener ética y, sobre todo, confianza. Es algo que practicamos los orientales. Cuando en la empresa se dice que se hará algo, se tiene que realizar y eso lo he transmitido a toda la jefatura, nunca mentir al personal.
Lo otro es humildad. No puedes ser un jefe y no tener en cuenta las opiniones de las personas, sin confiar, sin delegar.
Hay que ser perseverante, tener pasión para lograr tus objetivos. Tienes que saber agrupar a la gente y dirigirlos hacia un objetivo.
Finalmente, el equipo necesita que tengas compromiso. La confianza que ganaste no se debe perder. Juan Aurelio Arévalo Miró Quesada habló de que era la quinta generación en el grupo. Me gustaría que nuestra empresa siguiera esa forma. Ahora me tocó a mí, pero me gustaría mi hijo continuara y que esta siguiente generación siga nuestros pasos.
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