“Cuando estés en tu casa come como si estuvieras frente a un rey, así cuando estés frente a un rey, comerás como en tu casa”. Esa era la típica frase de mi mamá cuando reclamábamos cansadas por su permanente insistencia en educar nuestros modales en la mesa. “Ya me lo agradecerán cuando sean mayores”, repetíamos siempre en coro riendo mi hermana y yo, sabiendo que esa era la frase que seguía siempre a la anterior. “Camina derecha, no frunzas el ceño, saluda con una sonrisa, mira a los ojos cuando te hablen”, eran otras de su repertorio de frases educadoras que todavía me resuenan en la cabeza de cuando en cuando.
Esta semana mi mamá hubiera cumplido 90 años. Seguro la hubiéramos celebrado mucho con todos sus nietos, que la adoraban. Ellos también escucharon las mismas frases, de boca de ella y de la mía por supuesto.
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Es más, yo las repito con frecuencia cuando hago presentaciones sobre empleabilidad y márketing personal. Son conceptos básicos, pero sirven para comunicar con el lenguaje del cuerpo quiénes somos y cuáles son nuestras intenciones. Eso es clave para generar confianza, causar una buena impresión, interactuar positivamente, crear rápidas conexiones y poder influir en los demás.
Muchos asumen erradamente que la “buena presencia” está asociada exclusivamente a temas estéticos, de ropa o belleza física. Amy Cuddy, investigadora de Harvard University, menciona en su libro “Presencia” los comportamientos y actitudes que moldean las percepciones de otros sobre nuestra presencia. Y pasan porque los demás nos sientan:
1. Entusiastas, con esa energía que habla de positivismo e ilusión por lo que viene.
2. Cautivantes, muy presentes en el momento y atentos a los demás.
3. Cómodos, en nuestra piel y con los demás.
4. Auténticos, con naturalidad, sin poses ni juegos de roles.
5. Confiables, abiertos y dispuestos a revelarnos, transparentes y honestos.
6. Y, por supuesto, apasionados, es decir, personalmente comprometidos con los temas, causas o personas.
Estas seis actitudes y comportamientos trasmiten la buena energía necesaria para inspirar a los demás deseos de establecer o continuar una conexión con nosotros y recordarnos positivamente.
Algo relevante a enfatizar es que la buena presencia no se puede fingir. No es que se tiene a ratos sí y a ratos no. No podemos improvisarla o impostarla. Tal cual los buenos modales, estas actitudes y comportamientos, de tanto usarlos o practicarlos, quedan imbuidos en la esencia de quienes somos, se graban en nuestro ADN y nos definen ya que están muy relacionados con lo que pensamos de nosotros mismos. Pero felizmente, siempre se pueden aprender o mejorar si tenemos la genuina intención de hacerlo.
Quién hubiera dicho que terminaría trabajando en estos temas que tanto impactan la empleabilidad, el estilo de liderazgo y la marca personal.
Quizá se lo debo también a mi mamá, como tantas otras cosas buenas en mi vida. Gracias infinitas también por esto, Nelly. ¡Te queremos mucho!