Las secuelas de la crisis financiera estadounidense continúan impactando en los mercados de capitales mundiales, tras una década de haberse iniciado. La literatura financiera ha detallado los innumerables factores que la ocasionaron: un entorno regulatorio y una política monetaria laxos por varios años, un sistema cuasi-gubernamental de agencias que promovía la toma de préstamos riesgosos, una burbuja en el mercado de bienes raíces, una valorización y calificación de riesgo deficientes de activos financieros complejos, entre otros.
Al respecto, resulta interesante detallar algunas consideraciones prácticas de la experiencia de esta crisis en las decisiones actuales de inversión en el contexto local.
Primero, para el inversionista especializado, es relevante examinar cuidadosamente las inversiones que ofrecen rentabilidades demasiado altas en relación con alternativas de similar riesgo, conocer la fuente de su valor y evaluar su sostenibilidad. Así, previo a la crisis estadounidense, buena parte del mercado de bonos respaldados por hipotecas era considerado de riesgo bajo a moderado; sin embargo, se ofrecía rentabilidades muy atractivas basadas en la premisa de que el valor de los bienes raíces continuaría subiendo.
Segundo, en temporadas de estrés financiero, el mercado suele adelantarse al deterioro en la calificación de riesgo crediticio de los emisores de bonos. Parte importante de las emisiones de títulos respaldados por hipotecas contaba con altas calificaciones, las cuales tardaron en ajustarse en comparación con los precios de mercado tras el inicio de la crisis. Volviendo al plano local actual, en mercados poco líquidos como el de los bonos corporativos, tales precios no suelen ser observables fácilmente. Es crucial realizar un análisis más detallado de empresas con problemas potenciales, conocer al management y revisar sus hechos de importancia. En otras palabras, nada reemplaza el análisis que cada inversionista debe hacer, el resto solo lo complementa. Esto se condice con casos aislados recientes de emisiones locales de empresas vinculadas a Odebrecht, por ejemplo.
Tercero, para el inversionista minorista, es necesario tener una visión objetiva del panorama de inversiones entendiendo que cada uno de los participantes del mercado tiene incentivos e intereses determinados.
Al respecto, existen reportes de bancos de inversión de la época previa a la crisis que mencionaban que el sector crediticio subprime de EE.UU. (de alto riesgo) era pequeño y la probabilidad de contagio al resto del sector era baja. De manera similar, en el contexto local, es importante reconocer los incentivos legítimos para ofrecer productos por parte de las entidades financieras y gestoras de fondos y tener en cuenta que sus visiones económicas están alineadas con estos incentivos. Por lo tanto, será útil contar con distintos enfoques (revisando publicaciones especializadas con opiniones distintas al ‘mainstream’), y así tener una visión más objetiva en las decisiones de inversión.
En suma, la experiencia de la crisis suscita una perspectiva crítica en las decisiones de inversión, mirando con cautela el comportamiento de los activos financieros y analizando los incentivos de los actores del mercado.