El colapso de algunos bancos en Estados Unidos y Europa ha reavivado el temor por una potencial crisis financiera global. Sin embargo, el sistema financiero peruano se encuentra en adecuadas condiciones para hacer frente a los principales riesgos del sector.
El sistema financiero peruano cuenta con liquidez suficiente para atender sus obligaciones de corto plazo, como pagar deudas, emitir nuevos préstamos y cubrir retiros de depósitos. En enero de 2023, este acumulaba más de S/130 mil millones en activos líquidos tanto en moneda nacional como extranjera, casi tres veces lo exigido por la Superintendencia de Banca y Seguros. Además, hacia fines del 2022, la rentabilidad de los bancos, financieras y cajas municipales ya mostraba importantes signos de recuperación tras el efecto negativo de la pandemia, lo que demuestra la fortaleza del sistema financiero ante choques externos. Únicamente la utilidad de las cajas rurales se ha mantenido en terreno negativo, pero estas solo representan el 1% de los créditos en el Perú.
En el Perú, la tasa de morosidad en el sistema financiero se ha incrementado en los últimos años, de un mínimo de 1,4% en el 2007 a 4,3% a fines del 2022. El aumento de la morosidad ha estado asociado principalmente con la diversificación de la oferta de créditos y el incremento de la base de deudores atendidos, especialmente dirigida a pequeñas y medianas empresas (Pyme). Entre diciembre de 2010 y enero de 2023, el número de pymes con préstamos activos se triplicó, pasando de 242 mil a 820 mil. La tasa de morosidad en esta categoría es superior al 8%, lo que eleva el promedio de todo el sistema financiero. Sin embargo, las pyme representan el 26% del total de créditos otorgados, por debajo de corporativo y gran empresa que representan más del 70% del total de créditos y registran una morosidad menor al 3%, por lo que se espera que el retraso en los pagos no represente un riesgo importante para el resto del sector.
La resistencia del sistema financiero frente a variaciones abruptas en el tipo de cambio se ha fortalecido significativamente en los últimos 25 años. Entre 1999 y el 2023, el porcentaje de créditos en dólares se redujo de casi 80% a 25%, por lo que menos deudores se verían afectados por una devaluación fuerte de la moneda. Además, durante ese mismo periodo, las reservas internacionales netas (RIN) se multiplicaron por casi ocho y actualmente ascienden a más de US$70 mil millones, lo que funciona como una primera línea de defensa ante choques externos.
Asimismo, el sol se ha convertido en una de las monedas más fuertes de la región gracias a un buen manejo de la política macroeconómica. Por ejemplo, pese a los efectos de la pandemia y a la crisis política, el sol ha presentado una menor volatilidad que el peso chileno, colombiano y mexicano.
Si bien el alza global de precios ha ocasionado que el Perú registre las tasas de inflación más altas de las últimas dos décadas, estas se han mantenido como una de las más bajas de América Latina. En efecto, mientras que la inflación de febrero en el Perú fue 8,6%, las tasas observadas en Chile y Colombia aún superan el 10%. Ello demuestra la fortaleza de la moneda peruana frente a entornos de fuertes incrementos de precios, lo que permite que las inversiones realizadas en el sistema financiero sean relativamente menos vulnerables a perder su valor en el tiempo.
Por otro lado, las tasas de interés del mercado bancario peruano se han venido reduciendo en las últimas décadas. Durante el 2020 y 2021, esta tendencia se intensificó como consecuencia de las menores tasas ofrecidas como parte del programa Reactiva Perú. En el último año, el menor impacto de este programa, así como el aumento de la tasa de referencia del Banco Central de Reserva (BCRP), han generado que las tasas de interés se incrementen. Sin embargo, en términos reales, la tasa de interés se mantiene como una de las mas bajas en América Latina, lo cual muestra que la posición de la política monetaria en el Perú no se encuentra en un terreno tan restrictivo como en el resto de países de la región.
Pese al golpe de la pandemia y el entorno de inestabilidad política, el Perú aún conserva importantes fortalezas macroeconómicas, entre ellas, una política fiscal prudente. Al cierre del 2022, el Perú registró la deuda pública más baja de América Latina (35% del PBI) y uno de los menores déficits fiscales (1,7% del PBI), lo que convierte al país en uno de los más fiscalmente sostenibles de la región. Debido a ello, el Perú aún posee la segunda mejor calificación crediticia de la región, solo por debajo de Chile, según Standard & Poor's. Es decir, el Estado peruano cuenta con sus finanzas en orden y con acceso a financiamiento externo, por lo que no significa un riesgo para la sostenibilidad del sistema financiero nacional.
La fortaleza del sistema financiero peruano responde tanto a un marco regulatorio prudente y políticas macroeconómicas responsables, implementadas y consolidadas a lo largo de los últimos 30 años. Así, el Perú se encuentra preparado para enfrentar una nueva crisis financiera. No obstante, el principal riesgo continúa siendo el clima de inestabilidad política y las iniciativas populistas que involucran gasto o impactan en el sistema financiero, cuya solución debería ser una prioridad.
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