A principios del siglo XX el automóvil y el avión parecían los medios de transporte dominantes. Desplazaron al tren y a los barcos que habían prevalecido el siglo anterior. Estados Unidos invirtió muchos recursos en desarrollar una red nacional de carreteras, mientras que, por el contrario, la inversión ferroviaria en el mundo languidecía. Todavía en Europa varios países usaban viejas y lentas locomotoras a vapor. Fue en este contexto que Japón lanzó el proyecto del tren bala o Shinkansen. El proyecto fue demorado por la Segunda Guerra Mundial, pero recobró fuerza en los años sesenta.
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El tren mencionado no usaba una nueva tecnología, sino que innovaba sobre las tecnologías existentes con un diseño aerodinámico. El proyecto maximizaba las líneas rectas y para ello constaba de 67 millas de túneles y más de 3.000 puentes para evitar usar tramos sinuosos que mermaran la velocidad del tren u obligaran a que este parara en un cruce con una carretera. En lugar de tener una locomotora, había motores distribuidos a lo largo del tren. Los rieles eran muchos más largos que los normales para disminuir la fricción y las vibraciones. Se esperaba que el tren avanzara a 220 km/hora: más del doble que los trenes japoneses tradicionales.
Hubo mucha oposición a este proyecto. Las líneas del tren bala no eran compatibles con las del resto del sistema ferroviario japonés. La velocidad requería una mayor estabilidad del tren y por ello vías más anchas. La obra, que ya era muy costosa y duraba cinco años, terminó costando casi el doble de lo inicialmente presupuestado. Además, experimentó varias demoras. Los promotores iniciales del proyecto, el presidente de la Autoridad Ferroviaria y el jefe de ingeniería, tuvieron que renunciar por estos temas. En este caso nunca se sospechó de temas de corrupción. La gente se burlaba del proyecto y lo equiparaban a la gran Muralla China: una enorme obra de infraestructura inservible.
Finalmente, el tren se inauguró en otoño de 1964. Conectaba en poco más de dos horas a las dos ciudades más pobladas de Japón: Tokio y Osaka, que estaban a 515 km de distancia.
Desde el principio fue un rotundo éxito. En los primeros tres años movilizó casi 100 millones de pasajeros y fue tremendamente rentable. En la actualidad, el récord de puntualidad y seguridad del tren es impecable. Pronto la red se extendió por todo Japón y fue copiada en el resto del mundo, especialmente Europa. Hoy el tren rápido compite exitosamente con el automóvil y en tramos relativamente cercanos con los aviones en los puentes aéreos.
Desarrollar infraestructura es complicado y está sujeto a muchos riesgos. Sin embargo, es absolutamente necesario; especialmente en un país que adolece de un gran déficit. Los trenes son una alternativa a desarrollar, en particular, en las cercanías de grandes ciudades como Lima