ENZO DEFILIPPISocio de Intelfin y profesor de U. del Pacífico
Uno de los aspectos más curiosos de la conducta económica de las personas es el relacionado con sus expectativas.
El precio de mercado de un departamento o de una acción, por ejemplo, está relacionado mucho más estrechamente con nuestras expectativas que con lo que ocurre en la realidad. El pasado y el presente solo son relevantes cuando constituyen indicadores de lo que sucederá en el futuro.
Es por ello que el paquete de medidas anunciado por el Ejecutivo hace hincapié en la formación de expectativas.
De acuerdo con lo trascendido (aún no se conoce el detalle), el Gobierno busca reducir el impacto negativo que generan el desconocimiento, los incentivos perversos y las decisiones discrecionales de la burocracia estatal en la generación de riqueza. En este sentido, el paquete va en la dirección correcta, aunque debo insistir en que sin un servicio civil que atraiga profesionales competentes a la administración pública y sin una profunda reforma del sistema de control del Estado, el impacto positivo de cualquier medida tenderá a disolverse entre el temor de los funcionarios honestos a ser enjuiciados y la facilidad con la que los pillos abusan de sus puestos para enriquecerse.
Lamentablemente, es probable que las reformas anunciadas (que se dirigen a destrabar inversiones, racionalizar trámites y reducir los incentivos a la fiscalización abusiva) sean insuficientes para frenar la desaceleración de la economía en el segundo semestre del 2014. Pero si logran convencer a suficientes personas de que generarán una mejora de sus ingresos en el futuro, podrían aumentar el PBI en varios puntos durante los próximos años.
¿Por qué se está desacelerando el crecimiento de la economía peruana? Es difícil saberlo con exactitud. Por un lado, la cotización de los minerales (nuestro principal producto de exportación) se ha reducido, lo que ha generado la postergación de algunos proyectos de inversión. Pero por otro, las perspectivas de recuperación de la economía mundial van en aumento. La razón, entonces, tenemos que buscarla en casa.
En mi opinión, la desaceleración de hoy se produce porque el gobierno no logró, en el pasado, generar suficiente confianza en el empresariado. Ello, a pesar de haber contado, desde el principio, con un competente y bien intencionado equipo económico. ¿Por qué? Porque (salvo excepciones) ni el resto del gobierno ni su bancada dio señales claras de haber entendido la relación entre la inversión y la creación de empleo. En estas circunstancias, los empresarios parecen haber apostado a que la economía iba a crecer solo con el impulso inercial, el cual tiende a desacelerarse con el paso del tiempo (lo que observamos hoy).
Recién desde hace poco el gobierno ha dado señales creíbles de estar alineado con el crecimiento económico y la promoción de las inversiones (el ‘affaire’ La Pampilla le hizo perder la confianza ganada hasta ese momento).
Lamentablemente, gran parte de la bancada oficialista sigue apostando al populismo, lo que produce un mensaje ambiguo que reduce el impacto de las medidas de generación de confianza.
¿Lograrán estas medidas generar expectativas de que volveremos a crecer a las altas tasas del pasado? Espero que sí. La economía es una de las pocas ciencias en las que el dicho “la fe mueve montañas” constituye una guía de política pública.