Sin duda el evento más relevante de los últimos meses en términos económicos es la guerra comercial entre las dos economías más grandes del mundo.
El primer golpe lo dio Estados Unidos con el anuncio de imponer un arancel de 25% sobre una serie de productos chinos por un monto de US$34 mil millones. Ante ello, China respondió con la misma magnitud. Luego de varias escaladas, ambos fueron aumentando el número de productos a ser gravados, y ya en la actualidad prácticamente todo el comercio entre ambos países está gravado con aranceles.
Por el lado de EE.UU., los efectos negativos hasta el momento no se han notado. La economía se encuentra creciendo por encima de su potencial, el desempleo está en mínimos históricos, el consumo interno sigue sólido, la inflación está controlada y la bolsa ha subido casi 20% en lo que va del año. Por el contrario, la situación de China es distinta. La economía ya venía mostrando signos de deterioro, y se estima que ya habría tenido un impacto negativo de 0,6% en el PBI (el 10% de su crecimiento), su moneda se ha depreciado 4% y la bolsa solo ha subido 2% en lo que va del año.
Sin embargo, esta aparente impermeabilidad de corto plazo para EE.UU. no debería durar mucho. Si bien los efectos de corto plazo no se han notado, estos serían más evidentes en el mediano. Por un lado, si bien a nivel agregado se ve un PBI sólido, sustentado principalmente por el consumo interno, la inversión privada sí se ha contraído, y esto debería tener un impacto negativo en los siguientes meses, con una contracción en la actividad industrial y un efecto negativo en el empleo.
Por otro lado, de no aplazarse la puesta en marcha de la última ronda de aranceles, que incluye productos de consumo como teléfonos celulares, computadoras, juguetes, etc., habría un impacto en el consumo, así como un incremento en la inflación.
Siendo esto último evidente, y teniendo en cuenta el ciclo político en EE.UU., en el que Trump está buscando la reelección el próximo año, los incentivos están alineados para lograr un acuerdo, por lo menos momentáneo en el corto plazo. Con los aranceles impuestos hasta el momento, la economía de EE.UU. debería desacelerarse y con ello la probabilidad de reelección de Trump podría verse afectada.
Ambos países se necesitan para seguir creciendo. China produce los “metales raros” que se requieren para que EE.UU. produzca chips, que a su vez son el insumo para que el país asiático elabore los productos de alta gama que le vende a los consumidores de EE.UU.
Si bien es probable que se llegue a un acuerdo en los próximos meses (antes de las elecciones de EE.UU.), esta guerra comercial podría recrudecer luego, pues la verdadera disputa entre ambas potencias va más allá de lo comercial, siendo la guerra tecnológica y la disputa por la hegemonía global el meollo del asunto.