“Si tus planes son para un año, siembra trigo / Si son para diez años, planta un árbol / Si son para cien años, instruye al pueblo”.
Con estos versos de un antiguo poeta chino impresos en un papel pegado en la puerta de su oficina, un profesor universitario recibía a sus alumnos. Él no solo se esforzaba por enseñar historia, sino que buscaba ser mentor de aquellos muchachos con problemas. Alguno incluso me contó que a los de mayores dificultades económicas les compraba hasta vitaminas.
Cuando me toca empezar a dictar un nuevo curso, pienso en su ejemplo y en el de otros tantos maestros que he tenido en mi vida. El reto siempre es inmenso: captar la atención del alumno y transmitir más que el mero contenido de la materia.
En el sistema educativo peruano, caracterizado por una enorme desigualdad e incontables carencias, el rol del profesor es, si cabe, aún más importante. Piense en una escuela rural alejada con pocos materiales y pésima infraestructura, y dése cuenta de cuánto depende justamente del maestro. Dado esto, ¿se puede ayudar a los profesores para que enseñen mejor? Más importante: ¿se puede hacer esto con una escala suficiente como para que sea relevante a nivel nacional?
Precisamente, el Ministerio de Educación cuenta con un programa de coaching para profesores, por el cual un mentor visita una vez al mes al docente, observa su desempeño y le da retroalimentación. ¿Pero qué tan efectiva es esta estrategia?
Al respecto, una reciente investigación de Majerowicz y Montero encuentra que este programa impacta positivamente en las prácticas pedagógicas de los profesores de las escuelas primarias rurales en nuestro país. En particular, los autores encuentran que, como consecuencia de este programa, mejoran los resultados en las pruebas estandarizadas de los alumnos de dichos profesores, y que estas mejoras se observan tanto en los mejores de la clase como en los peores. Además, la persistencia de los resultados que logran estos profesores, incluso si cambian de escuela, muestra que sí se ha incrementado su capital humano y que no se trata solo de una mejora de corto plazo por más supervisión.
Dadas las limitaciones de nuestro sistema educativo, esta evidencia es particularmente relevante, pues permite generar estrategias para mejorar el aún bajo nivel de calidad docente. Sin embargo, este tipo de programas, que precisamente busca ayudar a mejorar a los buenos profesores, no debe ser entendido fuera del contexto de una carrera docente basada exclusivamente en el mérito. En realidad, este programa, como la carrera docente, busca justamente reponer el rol protagónico que tiene el maestro en la educación.
Pienso en los niños de aquella alejada primaria rural que recibirán con entusiasmo a su maestro, como yo recibía a los míos, y no puedo dejar de recordar cómo terminan los versos que aparecían a continuación en el papel de la puerta: “Sembrando trigo una vez, cosecharás una vez / Plantando un árbol, cosecharás diez veces / Instruyendo al pueblo, cosecharás cien veces”. Nada más cierto.