Con la desaceleración de la economía, en la última semana se han dado varias declaraciones que, vistas en su conjunto, muestran que todos se culpan y que nadie aparentemente asume su cuota de responsabilidad.
Sigue a Portafolio también en Facebook
Todo empezó cuando el ministro de Economía del gobierno anterior, Luis Carranza, culpó a este Gobierno de la desaceleración económica, por no tener capacidad de ejecución del gasto público y por enfocarse en programas sociales con fines políticos.
El ministro de Economía actual, Alonso Segura, respondió culpando de la situación al entorno internacional (“se acabaron los vientos de cola”, dijo) y al gobierno anterior, por no haber aprovechado el ‘boom’ de precios de los commodities para aplicar reformas estructurales. El ministro de Economía actual también le repartió al Congreso, al que pidió más celeridad en la aprobación de los paquetes reactivadores que habían sido enviados al Legislativo en noviembre pasado.
El presidente de la República también levantó la voz y pidió a los empresarios que se “pongan la camiseta” y el presidente del BCR, Julio Velarde, reclamó al presidente Humala y a su primer ministro, Pedro Cateriano, “más liderazgo y un norte definido”.
A su turno, los empresarios, que desde hace tiempo venían reclamando al Gobierno que destrabe la economía y agilice el gasto público, no tuvieron mucho tiempo de responder porque enmudecieron cuando se reveló que uno de sus miembros más representativos (Lelio Balarezo, vicepresidente de la Confiep) había perdido un juicio por defraudación tributaria y le esperaba cárcel efectiva.
Dos lecciones pueden derivarse de este ping pong de excusas. La primera es que todos tienen una cuota de razón y en consecuencia, todos tienen una parte de responsabilidad en la desaceleración. La segunda –y más importante– es que si seguimos perdiendo el tiempo echándonos la culpa entre nosotros, no ejecutaremos las acciones que nos ayuden a reactivar la economía.
La receta de corto plazo debe tener tres objetivos: ejecutar el gasto público presupuestado a toda costa (principalmente en los gobiernos regionales y municipales), reducir el ruido político (sería bueno que el presidente vuelva a hacer lo que venía haciendo en los años previos: no hablar mucho de economía e incrementar la confianza empresarial, para reactivar la inversión privada.
En el entretanto harían bien los gremios en implementar algún tipo de control previo en la selección de sus representantes (lo mismo que se les reclama a los partidos políticos).