El 21 de noviembre falleció Alfredo Vracko, asesinado a tiros en su casa. Era dueño de una concesión de reforestación en La Pampa, luchó durante años por la formalidad y denunció ante las instancias correspondientes del Estado la invasión de sus tierras por parte de mineros ilegales. Fue amenazado y, sin protección, finalmente muerto a balazos.Follow @PortafolioECpe !function(d,s,id){var js,fjs=d.getElementsByTagName(s)[0],p=/^http:/.test(d.location)?'http':'https';if(!d.getElementById(id)){js=d.createElement(s);js.id=id;js.src=p+'://platform.twitter.com/widgets.js';fjs.parentNode.insertBefore(js,fjs);}}(document, 'script', 'twitter-wjs');
Hace unos días el ministro de Economía dijo en este Diario: “Yo no gestiono intereses… debo evaluar la rentabilidad social de un proyecto”. Y eso supone añadirle a los beneficios y costos privados, los sociales, a fin de medir el impacto real en la comunidad de la construcción de una carretera, la extracción de una mina o la tala de madera.
Nadie podrá discutir la validez de esta afirmación y coincidir en que así debería funcionar el Estado en todas sus instancias.
Pero ese no es nuestro Perú y ahí radica el problema. Hay una clara falta de entendimiento de las necesidades de la población y el rol que el Estado debe cumplir y ese es el tremendo reto para el próximo gobierno. Hoy son más que en cualquier elección previa el número de trabajadores informales y también ilegales que tienen la capacidad de votar por el próximo presidente.
¿Qué interés razonable puede tener un trabajador formal honesto en elegir al próximo presidente si los que pasaron y sus ministros se quedaron en las soluciones de escritorio, mientras el pueblo está desprotegido frente a la delincuencia que te asesina por robarte un celular o un auto?
Después de CADE, a los ciudadanos de a pie nos han quedado claro dos cosas: no queremos más un sector empresarial rentista, sí, ese al que se refiere el ministro de Economía, que solo intenta gestionar que la política pública satisfaga sus intereses; pero también es verdad que no queremos más experimentos, ejercicios de buenas voluntades.
El Perú y nosotros nos merecemos la posibilidad de construir un presente para nuestros hijos y para ello es indispensable retomar la confianza en el Estado, en uno capaz de asegurarnos estabilidad económica; y que también nos garantice que podemos salir a las calles a trabajar sin miedo porque así de grave está la situación.
Eso supone indiscutiblemente reconocer que la delincuencia que ha tomado las calles tiene dos factores causales que se retroalimentan: i) la falta de instituciones sólidas que impongan sanciones con oportunidad: una policía, un Poder Judicial y un esquema carcelario eficientes; ii) y la ausencia de oportunidades para aquellos que no tienen “dinero como cancha”.
El nuevo presidente tiene que pacificar nuestro país porque vivir en medio del miedo y del terror es vivir en guerra. Y antes de convertirnos en México o Colombia, tiene que entregar ese “combo básico” que haga que el informal y el ilegal opten por el retorno a la legalidad y a la institucionalidad.
Para ello se requiere un Estado eficiente –en todas sus instancias- que trabaje de la mano con la comunidad; un empresariado responsable que apueste en serio por negocios sostenibles y un presidente que lidere la ejecución de un plan de gobierno que garantice que las oportunidades sean iguales para todos.
Por eso, vote bien, sea responsable y no se fije solo en las promesas del candidato, sino en el plan de gobierno y sobre todo, en la calidad técnica y moral del equipo que lo acompaña. Así el heroísmo de Vracko no habrá sido en vano.