Una adecuada educación financiera mejora la toma de decisiones de ahorro e inversión, lo que coadyuva a alcanzar las metas económicas personales y familiares. Por el contrario, la ausencia de este tipo de educación muy probablemente conduzca a decisiones erradas tanto a nivel financiero (sobre-endeudamiento, descapitalización) como a nivel personal (frustración, estrés, conflictos familiares).
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De acuerdo con la prueba de educación financiera dentro del Programa PISA más reciente (2015), tomada a jóvenes de 15 años que están muy cerca de terminar la secundaria, nuestro país se ubicó en penúltimo puesto de 14 países. Además, el 48% de los estudiantes peruanos se encuentra por debajo de un nivel de conocimiento muy básico.
En este contexto, no nos debe sorprender que, en el transcurso del tiempo, las deficiencias en la educación financiera terminen generando errores materiales en las decisiones de ahorro e inversión.
Un primer ejemplo se centra en el destino de los fondos previsionales retirados en los últimos años a raíz de la norma “95,5%”. Así, una falta de entendimiento del fin de estos fondos ha ocasionado que sean destinados a pagar deudas y consumo corriente y que prácticamente se hayan agotado para 40% de los afiliados que efectuaron retiros.
Un segundo caso se basa en la inversión en activos financieros sin conocer adecuadamente los riesgos involucrados ni los horizontes de inversión recomendados. Así, durante el 2007, el alza vertiginosa de precios de las acciones locales invitó a muchos a invertir en las mismas ya sea directamente o vía un fondo mutuo, sin ponderar de manera adecuada su riesgo y con un horizonte cortoplacista. La caída de los precios de las acciones locales al año siguiente dejó a muchos desencantados de invertir, pese a que buena parte de la frustración fue ocasionada por la subestimación del riesgo y la ausencia de diversificación.
Un tercer episodio tiene que ver con la reciente acogida de estructuras piramidales por simple empatía con el vendedor o con el mensaje que se ofrece. Ello podría terminar con una pérdida importante del capital ahorrado. Al respecto, una de las recomendaciones básicas de las finanzas consiste en, al menos, sospechar de las “altas rentabilidades” de inversiones si no se entiende su origen y el riesgo que acarrean.
¿Qué hacer frente a esto? Se necesita difundir conocimiento, desarrollar habilidades y crear confianza. Al respecto, en los últimos años, son meritorias las iniciativas de varias entidades en materia de educación financiera (SBS, MINEDU, ASBANC, entre otras). Tales esfuerzos deben estar orientados a generar competencias. Esto es, que ofrezcan conocimientos y desarrollen habilidades financieras en los ciudadanos. Asimismo, la generación de confianza por parte de las entidades del sistema financiero (bancos, fondos mutuos, AFP, seguros) es fundamental para entender mejor los riesgos y las rentabilidades de los distintos productos ofrecidos y construir métricas de comparación (rentabilidades ajustadas por riesgo, por ejemplo) que hagan más sencilla la toma de decisiones. Ahora que el ingreso promedio de los peruanos aumenta, la necesidad de gestionar eficientemente los ahorros se vuelve prioritaria.