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Creo que hay razones para celebrar y otras para lamentar, tras la derogatoria del aporte previsional obligatorio de los trabajadores independientes. Acompaño en su celebración a los trabajadores verdaderamente independientes, vale decir, aquellos que tienen ingresos irregulares y que no guardan una relación de subordinación laboral, pues el apresuramiento con el cual se los obligó a aportar obvió un asunto no menor: no existe en nuestro sistema previsional privado (SPP) un producto acorde con la naturaleza de su trabajo. La pregunta es: ¿los congresistas que se apuraron en capitalizar su descontento tienen una mejor propuesta para incorporarlos a la seguridad social (que no sea Pensión 65), si acaso les interesa?Sigue a Portafolio también en Facebook Su situación, sin embargo, no es equiparable con la de los trabajadores dependientes que se hacen pasar por independientes (los ‘cuarta-quinta’). La mayoría de reclamos que he oído proviene de este grupo, cuyos integrantes en ningún caso califican de independientes y solo son considerados como tales por obra de una (conveniente) elucubración legal. Estos también tienen varias razones para cuestionar el funcionamiento del SPP, pero les correspondería hacerlo desde el bando de los dependientes.
Ahora vayamos a los temas que lamento. Lo principal: las mentiras que se convirtieron en ‘talking points’ en este debate, proferidas por gente que uno presumiría mejor informada. Por ejemplo, la aseveración de que el SPP es una estafa porque asume que la gente vive más de 100 años. Lo que hace en realidad el sistema es ponderar la expectativa de vida de los peruanos (no hay cómo saber a qué edad va a fallecer cada quien) para que no se queden sin pensión quienes sean particularmente longevos. Yo preferiría un sistema que le permita al afiliado retirar el íntegro de su fondo al jubilarse, pero aquel otro esquema no es en ningún caso un ardid para esquilmarlos, como se ha sugerido.
Se dice que las AFP se “roban” el dinero de los afiliados, lo que hace pensar a muchos que se quedan con los aportes. Esto no es cierto, porque los fondos son intangibles y las AFP están estrictamente reguladas (a veces incluso en contra de los intereses de los propios afiliados, como cuando se limita la inversión en el exterior). Otra interpretación es que se esté utilizando el término “robo” en sentido coloquial, pues muchos creen que el servicio que se recibe no justifica lo que se paga en comisiones y seguros. Sobre esto, ni las AFP ni el Gobierno han logrado revertir la percepción de que el SPP es inmerecidamente caro. Y en lugar de mejorar esta situación, la licitación de afiliados la ha empeorado.