Sugerir medidas para salir de la crisis, implica primero reconocerla y hacer un buen diagnóstico. Primero, la crisis se manifestó en el 2020 con una caída del PBI de 11,1%; luego, en el 2021, creció 13,3% debido a dos razones: el rebote estadístico y los altos precios de los minerales. El rebote ya no existirá y dudo mucho de que los metales mantengan altos precios. De ahí que se espera crecer entre 2% y 2,5% este año, cifra insuficiente para crear empleo.
Segundo, para crecer a mayores tasas se necesita que el aumento de la inversión sea, al menos, positivo; las proyecciones apuntan a crecimientos negativos o nulos de la inversión. Como consecuencia, se necesita lograr un mayor aumento de la inversión, en especial de la privada, que representa 80% de la inversión total.
Tercero, la decisión de inversión depende de las expectativas que cada persona tiene sobre el futuro; nadie invierte si observa que más es lo que puede perder que lo que puede ganar; esto es válido para cualquier inversionista, micro, pequeño, mediano o grande. Por lo tanto, se necesita un ‘shock’ de expectativas, pues para volver a crecer se necesita antes volver a creer.
Cuarto, eso nos lleva al entorno político. Nadie invierte en un contexto de incertidumbre, sin siquiera tener claro cuál es el rumbo que el Gobierno tiene. Tampoco si observa que quienes logran sus metas son aquellas personas conectadas con funcionarios públicos y no por méritos propios. Por eso, lo que se necesita es un ‘shock’ de confianza. Eso se puede lograr con una renovación completa del Gabinete Ministerial. No veo otra forma de lograr credibilidad. Aun así, existen algunas precisiones básicas a tomar en cuenta: primero, existe la necesidad impostergable de crear empleo; segundo, el empleo no se crea por decreto. Aparece cuando alguien invierte y contrata; tercero, la mayor inversión crea más empleos y con ellos los ciudadanos tienen más ingresos y así aumenta el consumo. Las empresas producen más y se genera un círculo virtuoso; cuarto, crecer no es igual a desarrollar. El primero significa producir más, mientras que el segundo, elevar la calidad de vida de todos.
Quinto, para conectar el crecimiento con el desarrollo, la evidencia empírica muestra que deben hacerse reformas para mejorar salud, educación, pensiones, etc. Sin ellas no es posible el desarrollo.
Sexto, las economías que han brindado altos niveles de bienestar a sus ciudadanos han mantenido los cimientos y sobre ellos han construido el bienestar; séptimo, los cimientos son, en general, dos: por un lado, la independencia del banco central y por otro, el manejo responsable de las finanzas públicas. Octavo, la economía no es una lista de buenas intenciones; tiene límites. Por ejemplo, nadie puede gastar por encima de sus ingresos de manera indefinida; noveno, la evidencia histórica muestra que la ecuación correcta es la siguiente: cimientos sólidos + reformas = aumento de la calidad de vida; es clave mantener los cimientos y comenzar a construir las mejoras que relacionen los buenos números macroeconómicos con el bienestar microeconómico. Y eso no se adivina, sino que se decide a partir de lo que funciona y lo que no funciona.
*Carlos Parodi Trece es profesor de Economía de la Universidad del Pacífico
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