A sus 46 años, la enfermera diplomada Coleen Cunningham se encontraba en una encrucijada. Ya había ejercido la profesión por dos décadas, le agradaban sus colegas y gozaba de una buena reputación, pero sentía que ya había agotado su rol. “Realmente solo quería expandir mis horizontes”, señala. ¿La solución? Sacar otro título universitario.Follow @PortafolioECpe!function(d,s,id){var js,fjs=d.getElementsByTagName(s)[0],p=/^http:/.test(d.location)?'http':'https';if(!d.getElementById(id)){js=d.createElement(s);js.id=id;js.src=p+'://platform.twitter.com/widgets.js';fjs.parentNode.insertBefore(js,fjs);}}(document, 'script', 'twitter-wjs');
Para hacerlo, esta enfermera de Nueva York no renunció a su puesto. Se matriculó en un programa a tiempo completo para obtener una especialización y siguió trabajando tres o cuatro días a la semana.
“Fue duro y tuvo su costo”, cuenta. “Hubo recitales de piano y competencias de atletismo que me perdí porque estaba haciendo la tarea, viajando o trabajando. Pero estaba en una misión”.
Ahora, a los 59 años, Cunningham tiene un empleo que le encanta. “Creo que el trabajo se está poniendo mejor y mejor”, apunta.
Estudiar en la universidad en la mediana edad tiene una serie de retos específicos, desde hacer malabarismos con las clases y un trabajo a tiempo completo a manejar a los niños y las responsabilidades del hogar. Sin embargo, eso no impide que la gente lo haga.
En EE.UU., por ejemplo, la matrícula universitaria para personas de 25 años o más aumentó un 41% de 2000 a 2011, según el centro estadounidense nacional de estadísticas sobre educación. Estos “estudiantes maduros” representan uno de cuada cuatro estudiantes universitarios en ese país.
Si estás pensando en regresar a estudiar en calidad de alumno adulto estas son algunos consejos que te pueden ayudar.
Considera si tienes lo que se necesita. Y con esto nos referimos a tres cosas: dinero, tiempo y determinación.
“Debido a compromisos familiares, conyugales o de otra índole, puede que no tengas todo el tiempo que necesitas”, señala Julia Chung, planificadora financiera con la firma JYC Financial en Langley, en Canadá.
“Si has estado fuera de la escuela desde hace mucho tiempo, puede que te tome más tiempo adaptarte a estudiar y aprender. Reserva más tiempo de lo que necesitas y sé realista sobre cómo eso afectará el equilibrio de tu vida”.
Marca tu calendario. Inscribirse en una clase en un instituto local o universidad puede ser algo rápido, pero incorporarte a un programa avanzado es un compromiso mayor, así que probablemente requerirás de seis a 12 meses para hacer todo el proceso.
Para un título superior quizás tengas que pasar un examen de admisión. Incluso para niveles elementales hará falta investigar los programas y fechas de admisión, presentar la solicitud, buscar ayuda financiera o becas y esperar a que tus clases comiencen.
Pero antes de llegar a los aspectos prácticos, hay algunas reflexiones que conviene hacer.
Entiende por qué lo estás haciendo. Piensa en el resultado final.
¿Buscas un título adicional para lograr una promoción? ¿Un aumento? ¿Satisfacción personal?
Saca las cuentas. ¿Cuánto te van a costar los estudios? ¿Aumentarán tus ingresos? ¿Valen la pena?
“La evidencia no es concluyente en cuanto a la rentabilidad financiera de estudios a medio tiempo”, apunta Claire Callender, profesora de educación superior en el Instituto Birbeck y UCL en Londres.
No hay que olvidar otros gastos como transporte o los libros de texto.
Considera las alternativas. ¿Puedes conseguir la formación requerida con una clase en particular o en un curso, en vez de un título completo?
Cierto tipo de experiencias como pasantías o trabajos a medio tiempo pueden ser igual de provechosos.
LOS QUE TE RODEAN
Tanto en la casa como en la oficina, hay personas que se verán afectadas por tu decisión. ¡Ponlos de tu lado!
Pídele ayuda a tu jefe. “Muchas compañías grandes te ayudarán financieramente, si el campo de estudio es relevante a tu empleo y a tu empleador”, indica Brett Evans, director de la firma de asesoramiento financiero Atlas Wealth Management en Southport, Australia.
“Sin embargo, puede que pongan condiciones a su contribución. Entre ellas, aceptar continuar trabajando en la misma compañía durante un cierto período después de que termines los estudios”.
Discútelo con tu familia. Añadir de 10 a 20 horas (o más) de clases y tareas a tu horario semanal implicará algunos cambios a tu rutina familiar. Y también a sus finanzas.
Prepáralos para la posibilidad de una reducción de ingresos. Explica que valdrá la pena al final, pero aclara que habrá dificultades mientras tanto.
SI YA ESTÁS DECIDIDO
Lleva un registro de tus gastos. En muchos casos es posible deducir de tus impuestos la matrícula, los libros y otros gastos, así como también el interés en préstamos a estudiantes. Consulta a un profesional si no estás seguro de como procurar este descuento a la hora de hacer los impuestos.
No escatimes tiempo y esfuerzo en tu trabajo. Tu trabajo a tiempo completo sigue siendo tu prioridad.
“No estudies durante el horario laboral, ni permitas que eso afecte tu rendimiento”, indica Evans.
“Y no esperes poder meter todo en una sesión de estudio antes de una tarea o examen como cuando estabas en la universidad. Ahora que estás trabajando tienes menos tiempo, así que planifica”.
Cuídate. No importa lo locos que sean tus horarios, necesitas descansar y hacer ejercicio.
“Parece obvio, pero estas cosas son realmente difíciles para la mayoría de la gente”, dice Chung. “Ignorar esto es ponerte en peligro de fracasar”.
Planifica por adelantado. Comienza a ahorrar ahora. Entre más dinero tengas, menos dificultades financieras enfrentarás para terminar tu curso
¿Y por qué no planear algo especial para ti y tu familia cuando te gradúes? Todos se lo merecerán.