En octubre se registró la primera caída en el empleo en empresas formales de 10 a más trabajadores –normalmente entendido como indicador del empleo formal total– en Lima Metropolitana desde diciembre del 2009. La noticia ha pasado relativamente desapercibida, pero marca un hito significativo en la coyuntura de desaceleración económica de los últimos años. Esta es la evolución más reciente de una tendencia negativa en el empleo que empezó a inicios del 2011. Follow @EconomiaECpe !function(d,s,id){var js,fjs=d.getElementsByTagName(s)[0],p=/^http:/.test(d.location)?'http':'https';if(!d.getElementById(id)){js=d.createElement(s);js.id=id;js.src=p+'://platform.twitter.com/widgets.js';fjs.parentNode.insertBefore(js,fjs);}}(document, 'script', 'twitter-wjs');
Lima Metropolitana explica casi la mitad del producto bruto interno (PBI) y concentra más de un tercio de la fuerza laboral del país. La región capital pasó de crecer 10,6% en el 2010 a solo 3,1% en el 2015, y el Instituto Peruano de Economía (IPE) espera que el crecimiento del producto en el 2016 sea aproximadamente 2%.
Por su parte, el empleo total limeño, que incluye a los trabajadores informales, inició una fase contractiva pronunciada este año, al pasar de una expansión pico de 3,2% en abril a solo 0,9% en octubre. Este panorama se agrava más si solo se considera el empleo formal, que creció 0,8% en el 2015 y se espera que cierre el presente año en una tasa cercana a 0%.
La caída en el empleo en Lima durante octubre –el último episodio de la tendencia– se explica por la fuerte disminución del trabajo en el sector transportes, ante la reducción de viajes por carretera y a la menor demanda de servicio de almacenamiento, depósito y agenciamiento marítimo, en un contexto de sucesivos crecimientos negativos del sector manufactura y de desaceleración del empleo en servicios.
—Para lograr la meta—Esto último es especialmente importante, pues el 70% de los trabajos formales en Lima se compone de los sectores manufactura y servicios. El empleo en este primer sector acumula 39 meses consecutivos de contracción. Esta disminución responde fundamentalmente a la menor producción textil y se condice con la caída consecutiva de las exportaciones textiles en los últimos 26 meses –en buena cuenta por la menor demanda de países de la región y Estados Unidos–. En dicho período, el valor de las exportaciones se redujo en cerca del 40%.
Por otra parte, el empleo en el sector servicios se viene desacelerando; en este caso en línea con la decreciente demanda agregada, y, sobre todo, con la menor inversión privada, que acumula 11 trimestres consecutivos de caída.
A partir de entrevistas con empresas, se puede concluir que a pesar de que el crecimiento del producto tiene perspectivas positivas para el siguiente año, existe escepticismo sobre la conveniencia de incrementar la contratación formal. La poca flexibilidad del mercado laboral generó más de un problema para compañías que se encontraron durante el 2015 y el 2016 con menores ventas a lo esperado y en la necesidad de separar personal formal contratado en años anteriores.
Es un error que algunos gerentes de recursos humanos no planean repetir. No sorprende, en este sentido, que entre los varios indicadores de confianza empresarial en el corto plazo que publica el Banco Central de Reserva, la contratación de personal sea el más bajo (53 puntos sobre 100).
La actual administración se ha trazado como meta la creación de 1,5 millones de empleos “de calidad” en el país durante todo su mandato, o 300.000 por año, muchos de ellos en los que esperan sean los nuevos motores de la economía: sectores como el forestal, acuícola y agroexportador.
Sin embargo, de acuerdo con Gianfranco Castagnola, presidente ejecutivo de Apoyo Consultoría, hoy se abren no más de 15.000 empleos formales anuales. Para multiplicar por 20 el ritmo de creación de empleos de calidad –lo cual es una meta ambiciosa– se requerirá efectivamente prender estos nuevos motores, pero también –y quizá más importante– quitarle las trabas a la creación de empleo en los viejos.