En 2021 se cumplen cincuenta años de relaciones diplomáticas entre el Perú y la República Popular China. Por tanto, cabe preguntarse ¿cuál es la agenda de esta relación para las próximas décadas?
Para ello, es necesario analizar la transformación de la economía china, su rumbo futuro y su proyección económica internacional a fin de diseñar una estrategia que renueve el patrón todavía tradicional de nuestras relaciones económicas, caracterizadas principalmente por la exportación de materias primas y la inversión en sectores extractivos.
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China se ha convertido en la segunda economía del mundo, después de Estados Unidos. Su fortaleza se basa, entre otros, en ser la economía que ha tenido el mayor crecimiento de la productividad en Asia-Pacífico en los últimos 30 años.
El proceso de transformación chino involucró su creciente participación en los sistemas de producción a nivel mundial. A ello contribuyeron las zonas económicas especiales (ZEE) creadas en el marco de las reformas económicas y la apertura iniciadas en 1978. En 2019, China contaba con 2 543 ZEE que representan casi la mitad de las que existen en el mundo, lo que revela su importancia para atraer inversiones e incentivar exportaciones.
China adquirió el rol de “fábrica del mundo”, pero más allá de las actividades intensivas en mano de obra, incrementó su capacidad de producción y exportación de bienes de alta tecnología, ascendiendo en las cadenas globales de valor. Aunado a ello está el proceso de deslocalización de la producción hacia otros países cercanos de Asia-Pacífico, los cuales van tomando el lugar de China en las producciones intensivas en mano de obra destinadas a dichas cadenas. Y aquí podría estar la oportunidad del Perú.
Si bien la progresión de nuestras exportaciones no tradicionales agrícolas, agroindustriales y pesqueras hacia China ha sido muy importante en los últimos años, se trata de avanzar en otro frente complementario de la diversificación: el de las exportaciones de manufacturas, particularmente de bienes que puedan insertarse en cadenas globales de valor lideradas por firmas chinas o de otros países de Asia-Pacífico.
De otro lado, China no solo se ha convertido en el primer exportador mundial, sino también en una de las principales fuentes de inversión. En 2013, propuso la construcción de La Franja Económica de la Ruta de la Seda y la Ruta Marítima de la Seda del Siglo XXI (Iniciativa de La Franja y la Ruta), que se ha convertido en una iniciativa global.
En 2019, Perú y China suscribieron el Memorándum de Entendimiento sobre la cooperación en el marco de esta iniciativa. Conviene que el Perú defina su estrategia de implementación. El concepto clave a tener en cuenta son los corredores económicos, que no solo implican inversiones en infraestructura, sino también producción, incluyendo ZEE y otros instrumentos para facilitar la participación en las cadenas globales de valor. Se trata de construir corredores económicos, no proyectos de infraestructura aislados.
En el documento de política “La economía china en la globalización: tendencias y oportunidades para el Perú” elaborado como parte del proyecto Agenda Bicentenario del Centro de Investigación de la Universidad del Pacífico planteamos que el Perú podría ser el ancla de un corredor económico transpacífico. La agenda con China podría enriquecerse con estos temas.
En 30 años más, la meta de China es convertirse en una nación plenamente desarrollada y avanzada lo que contribuiría a su ascenso como primera economía del mundo. Hacia ello se dirigen sus planes y estrategias nacionales.
Por parte del Perú, necesitamos definir con mayor precisión cómo queremos insertarnos en la economía global y avanzar en esta perspectiva con visión de largo plazo porque estas no son tareas de un solo gobierno. De allí que la recomendación sea diseñar un Plan Estratégico de Inserción Económica Internacional al 2050.
Si ello no fuera viable, la alternativa sería diseñar un plan de esta naturaleza, específicamente, para nuestra proyección hacia China y Asia-Pacífico que debería contar con el aporte del gobierno, el empresariado y la academia.
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