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Los campamentos petroleros de la selva son cuarteles donde no entra ni sale ningún trabajador sin autorización de la empresa. Nadie puede entablar libremente contacto con los nativos de la zona a menos que pertenezca al equipo de relaciones comunitarias.
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Las petroleras se han impuesto estas normas para no alterar el ambiente ni a los pueblos de las zonas circundantes. Hoy los trabajadores de lotes petroleros ubicados en la selva (alrededor de ocho) llegan al campamento por aire: comen, duermen y laboran dentro de esta área por 15 días continuos de trabajo, sin ver la calle.
Según normas corporativas, el empleado no puede fumar, consumir alcohol, tener relaciones sexuales ni siquiera mantener un flirteo en el campamento, aún en sus tiempos de descanso. De incumplir estas exigencias corre el riesgo de ser despedido, pues estas son consideradas faltas graves. Félix, un trabajador petrolero del campamento de Trompeteros, cuenta que hace unos veinte años la vida dentro de estas fortalezas no era así, “era más divertida”. Al finalizar las horas de jornada los trabajadores podían salir de los campamentos hacia las pueblos más cercanos e interactuar con la población, todo era más flexible.
“Cruzábamos el puente y podíamos tomarnos un caldito o tomarnos unas cervecitas en el pueblo”, recuerda.
El campamento Trompeteros, ubicado en Loreto, fue instalado en 1972 y gradualmente se formó un pueblo cerca de él con gente nativa e inmigrantes que llegaban con la expectativa de trabajar en las operaciones petroleras. Al igual que Trompeteros se formaron otras poblaciones alrededor de campamentos petroleros, entre ellas Corrientes y Andoas.
A Andoas llegó gente de la costa y de Ecuador buscando trabajo. Varios venían a ver si podían poner un negocio. Con este grupo también llegó la prostitución a estos pueblos. No pocas veces esta actividad era permitida incluso dentro del propio campamento, según recuerda Félix. Parte de esos años “felices” también eran las celebraciones por Navidad y Año Nuevo.
Según recuerda el trabajador petrolero, la empresa –en ese entonces Petro-Perú– se preocupaba por agasajar a los trabajadores para que no extrañaran a sus familias en esas fechas que suelen ser sensibles y de gran nostalgia. “Nos daban mucha comida y traían un ‘show’ de bailarinas para animar a los trabajadores. La fiesta empezaba con bastante orden y todo era bastante lujoso, pero terminaba en un desbarajuste porque al final se repartían cajas y cajas de cerveza. Al día siguiente, el campamento era un cementerio, toda la gente estaba ebria y cansada”, recuerda.
Igualmente los cargos y diferenciaciones profesionales dentro de los campamentos estaban claramente definidos. Los ambientes para los ingenieros eran distintos de los que usaban los trabajadores. Los jefes tenían sus propios comedores, bares e incluso áreas de recreo tomando distancia del personal.
“En los vuelos, los jefes tenían preferencia. A veces los trabajadores teníamos que esperar por días que haya un vuelo para ir al campamento porque simplemente algún jefe perdió su vuelo y nos quitaba nuestro sitio”, recuerda.
Hoy esa diferenciación no existe, la mayoría de campamentos petroleros tiene un solo comedor donde toma sus alimentos absolutamente todo el personal. Asimismo, los trabajadores tienen la posibilidad de alertar la existencia de abusos de sus superiores. Estos cambios forman parte de las políticas de responsabilidad social que implementaron las empresas, sobre todo privadas, desde fines de los 90 y principios del presente siglo.
Las exigencias respecto del tema de seguridad laboral han mejorado mucho tras la implementación de estas nuevas políticas. La actividad petrolera de hoy ha intentado corregir muchas malas prácticas de operaciones petroleras antiguas. En el campamento de Camisea, por ejemplo, no se construyeron vías de penetración para evitar la instalación de pueblos o villas al costado de la operación gasífera ubicada en la selva cusqueña. Asimismo, el tratamiento al personal y las poblaciones circundantes tiene otro enfoque porque las exigencias del mundo frente a las operaciones extractivas son mayores.
Félix recuerda los años pasados como una etapa anecdótica. Hoy está convencido de que el campamento es exclusivo para el trabajo y que las exigencias de ahora son la evolución de operaciones más productivas y seguras. Como debe de ser.